Cap 2 Emocion Violenta (EunHae)

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Aquellos quejidos me desgarraron el pecho.

Si hubiera algún momento en que todo pudo evitarse fue justamente cuando él liberó ese gemido de su garganta.

Mi madre dice que soy como un niño pequeño y con ese tipo de conciencia siempre trato de ayudar a todo el que puedo. Ese era uno de esos días; no voy a decir que lo confundí con un cachorro o un gatito herido, pero en el momento que oí sus gemidos parecidos a los de un pequeño mono, fue que olvidé el peligro mismo o el miedo a lo desconocido y me adentré a ese callejón. Y en ese segundo todo cambió.

La oscuridad aterciopelada del callejón hubiera asustado a cualquiera, hasta las ratas habían huido, pero los gemidos y mi conciencia gritaban mas fuerte, asi que seguí adentrándome hasta ver la figura encogida de una persona apoyada en la pared, sosteniéndose el estómago, o eso creo deducir pues mi mente a completa lo que mis ojos no pueden apreciar, seguí avanzando hasta que estos se acostumbraron a la semi-penumbra.

Quedé de piedra viendo el cuerpo de un muchacho de mas o menos mi edad sosteniendo un costado de su vientre. Su cuerpo era delgado atlético podría decirse, con la espalda ancha y los músculos del pecho y vientre marcados, todo ese pequeño espectáculo era gracias a la rajada que tenia su camisa la cual estaba cubierta de sangre, era una espeluznante mancha que cubría su torso y parte del suelo, viscosa expandiéndose tenebrosa, como una inminente inundación invadiendo el único zapato que la había alcanzado, pues en mi distracción había llegado a tocarla.

Podía correr y reducirme a la nada al igual que aquel recuerdo que de ese episodio quedara, pero no pude. Me acerqué hacia él con duda y miedo pero aun así con la disposición de ayudarle.

- ¿Te -te encuentras bien? –pregunté con duda inclinándome un poco a su presencia.

- Aléjate – dijo con un quejido liberado de entre los dientes.

- Estás herido, déjame ayudarte – empecé a doblar mi cuerpo para quedar a su altura.

- ¡VETE! – dijo con el gesto mas fúrico que antes, tanto que alcance a ver sus perfectos dientes blancos como se apretaban con fuerza en su boca y sus labios se estiraban con furia. Su rostro era hermoso, de una belleza extraña y perfecta, su barbilla fuerte debajo de ese par de labios delicados, casi aterciopelados, y la atrayente forma de esta con una misteriosa curva invertida que te invitaba a acariciarla con los dedos.

- No puedo dejarte así – dije rodeando con mis brazos su espalda tratando de hacer que se levantara.

- Que me dejes te digo – dijo el empujándome con ahínco fuera de su alcance – ¡Lárgate!

Díganme tonto o... tonto, pero parte de mi personalidad esta compuesta en mas de la mitad por algo llamado obstinación, con un poco de perseverancia, una pizca de inocencia y todo lo demás de... tonterías. Bien eso no importaba, tonto o no, necio o no, terco o no. No seguí las palabras que me decía ese chico; con fuerza empecé a levantarlo del suelo, procurando no hacerle mas daño tratando de alejarme de su herida, al igual que de su sangre regada en el piso, no era especialmente asqueroso, pero mientras mas podía evitarla era mejor. Pero de nuevo me detuvo.

- He dicho que me dejes tranquilo – dijo empujándome con fuerza, logrando que aflojara el agarre en que lo tenia, lo que solo provoco que el cayera desvalido en la pared.

- No puedo dejarte así, apenas puedes ponerte en pie – dije ya un poco indignado con su obstinación, y pues para un cabeza dura, nada mejor que una cabeza de piedra. De nuevo lo abracé por la espalda y lo levanté.

- Llegará él y también te hará daño – dijo esta vez dejándose hacer – cabeza dura – reí ante lo parecido de nuestro pensamientos.

- Bien pues se encontrara conmigo y lo creas o no, no solo mi cabeza es dura.

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