EPILOGO : Mortis causa

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El frío de la madrugada invadía cada recoveco de aquel distrito de Seúl. La neblina del nuevo día aún sumía en misterio el aterciopelado restante de la noche. Con decisión bajó de su coche recibiendo en un golpe el gélido viento de la mañana, con un chasquido de lengua afianzo su chaqueta y la cerró hasta arriba, el eco de las suelas de sus zapatos sonaban fuerte en las baldosas volcánicas del sitio, y mientras caminaba con decisión por el callejón la neblina se disipaba como si él fuera el que la controlara- Así se encontró ante dos personas que se inclinaban a examinar lo que bajo una sábana blanca descansaba. Un cuerpo.

— Henry —con el sonido gutural de su garganta y una fuerte palmada en la espalda evidencio su presencia al muchacho— ¿Qué hay?

— Una prostituta Hyung—mostró el oficial —, muerta en la madrugada.

— Um Ya veo, ¿Cómo murió? —Preguntó el investigador, pudiendo ver en la parte que la sábana no cubría una mano de una mujer joven exánime en el suelo.

—Muerte natural, como los últimos casos Hyung —señaló a la chica y levanto la sábana que cubría su rostro, revelando bajo este un rostro que mostraba un rictus de tranquilidad en cada uno de sus poros—. Pero al igual tiene una cortada en el vientre.

— Vaya —observó el mayor examinando el cuerpo con cuidado, había visto ese modus operandi antes asi que conocía cada uno de los elementos que en esta persona se repetían.

El cuerpo permanecía en la misma forma que había sido encontrado, aún seguían erguida las marcas de la evidencia aunque no había muchas que seguir, su lápiz labial, su bolsa y los zapatos que habían salido como por arte de magia de sus hinchados tobillos, una fina línea de sangre seca seguía impresa en su torso, su blusa yacía partida en dos a la altura de su vientre y el desagradable olor de muerto gobernaba todo el callejón.

— Pero no es esto lo que ZhouMi quería mostrarte Hyung —continuó Henry.

— Imagino que no —dijo levantándose del suelo tomando sus rodillas siguiéndole un pequeño crack al momento de estirarse.

— Esto no es nada comparado con lo que vas a ver.

Ambos jóvenes subieron por las escaleras de servicio de aquel edificio, no se podía esperar menos en ese distrito de Seúl, donde todo olía a podredumbre y desasosiego. Las escaleras apenas sostenidas de la soldadura que las unía a la pared eran de color negro ocre, y el sonido y movimiento que hacían al caminar avivaban un solo pensamiento, como si aquel fuera a ser el último paso en la vida.

Cuando ambos chicos irrumpieron en ese cuarto, el mundo se reacomodó. Era cierto que era un tanto modesto y pequeño, pero hasta el aire ahí era diferente. Ahí dentro, las finas sábanas rosas revoloteaban haciendo que el aire espesara con ligereza, la luz se filtrara de manera delicada y el modo en como ondeaban esas cortinas creaban un efecto de luz parecido al de un sueño, además la forma en como todo estaba acomodado tan prolijamente con esos peluches un conejo rosado y ese pimiento de ojos grandes que parecían abrazarse igual que aquellos fríos cuerpos, iluminados con finura por el sol, haciendo parecer en sus rostros apacibles que sólo habían decidido dormir un poco más.

Sólo el metal de la espada atravesando a ambos jóvenes mostraba que ellos no estaban en un placido sueño.

— ¿Henry dónde me has traído? —Salió de los labios de Shindong, recorriendo cada vez más analíticamente aquella escena.

— Extraño, ¿verdad? —dijo Zhou Mi levantándose del suelo, era un chico delgado y bastante alto que tenia un rostro por demás amable, su sonrisa era disimulada y su carácter era muy fuerte.

— ¿Qué paso aqui? —Preguntó el investigador privado. Viendo en abrazo de aquellos amantes aún empuñando la espada contra sus torsos.

—Pues no sabemos ni como clasificarlo —dijo el joven policía— suicidio, homicidio, manipulación de los cuerpos.

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