Cap 3 Coautoria (KangTeuk)

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No podía irse de nuevo. Había pasado por esto mas veces de lo que alguien podía soportar y no lo podía permitir. Aunque tal vez deba decir que era la primera...

Las diferencias que me separaban de ÉL eran tantas como nuestros cabellos, éramos como el agua y el aceite. Pero llevábamos conociéndonos toda la vida, vecinos y de padres que eran amigos, nuestra relación habla sido hecha de algo más fuerte que el destino.

Aunque él fuera mi hyung, desde que éramos pequeños, siempre me vi más grande y fuerte, casi intimidante, así era mi constitución física, ruda y gruesa. La de él frágil y fina como la de un príncipe, de cuerpo mas atlético y miembros más delicados hechos como de porcelana blanca y fina. Sí, éramos como el mozo y el príncipe de una nación desconocida.

Fuimos compañeros de juego apenas supimos usar un juguete, o quizá antes, nos hicimos confidentes desde que tuvimos la conciencia de mentir y la idea de los secretos, compañeros de fechorías, las cuales a él le encantaba hacer, no había nada que le satisficiera más que demostrar su inteligencia, al jugarle una mala pasada al menos avispado, yo era de sus víctimas predilectas. Fuimos juntos a nuestro primer descubrimiento sexual, viendo como se desnudaba una prostituta barata para mí y unos amigos. Éramos hermanos, siempre juntos, siempre uno.

Llegados los quince él se mudó de la ciudad, no puedo recordar dolor más grande que perder a mi mejor amigo en aquella edad, la verdad era que había aprendido a amarlo mas allá de lo común, así intentara negarlo, al momento de su partida, sabia que podía cruzar los siete mares, los seis continentes y el cielo completo por no dejarlo ir, por estar con él, por decirle lo que sentía. Y perderlo para mí fue un golpe de lo más devastador.

Pero así como los planes a veces nos rebasan, y él se fue sin saber que sentía, muy a pesar de mi dolor, pude continuar con mi vida de forma tranquila. Cubriendo con finas sabanas de seda la memoria de mí amigo, viéndolas de vez en cuando de forma alejada para evitar cualquier daño a mi persona o a mi forma de vida.

Pero siempre cuando crees que has superado una herida, esta llega y te golpea fuerte en el pecho mostrándote que no ha sanado, que sigue doliendo, que sigue ahí latente como si fuera recién hecha, como si aún manara sangre como si sólo se hubiera escondido en el cuerpo para salir de nuevo con más fuerza.

¡Asi de devastador fue!

- ¿Conociste a Park Jungsu? – preguntó mi compañero.

- ¿A qué te refieres que si conocí? - dije contrayendo mis labios – Lo conozco, lo he visto, hemos compartido muchas cosas, es mi mejor amigo de la vida – terminé con petulancia.

- Ah, puede ser que me haya equivocado – dijo el otro.

- ¿Equivocado?

- Si es tu mejor amigo, es imposible que no lo sepas, debe ser otro, el Park Jungsu que conocí, murió hace seis meses – dijo con una sonrisa triste – Fue muy trágico, su corazón simplemente se detuvo, su cuerpo estaba solo en un callejón solitario, estuvo ahí días, sólo su olor lo delató, ¡tú sabes el olor de muerto!

- ¿É-él era bueno en atletismo? – dije sumergido en el shock y mi compañero, por todos los diablos del infierno tuvo la desfachatez de asentir – y, ¿se le formaba un óyelo en esta mejilla cuando reía? – señale mi mejilla derecha viendo a mi compañero a los ojos y aquel desgraciado asintió – ¿Tenía los ojos brillosos como foquito de serie de navidad? ¿Y se hacen media luna cuando sonríe?

- Entonces – mostró un gesto de profunda pena –, ¿e-es el mismo?

- Yo... no lo creo - terminé cruzado de brazos seguro de mi aseveración.

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