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05. The gifted

Phuwin estaba buscando a Pond en un centro comercial, dónde se supone se verían para ir a cenar o algo así, Tangsakyuen no lo sabe porque lo único que entendió de lo que le dijo el mayor fue lo bonitos que se veían sus labios mientras se movían.

Por tercera vez, Phuwin marca al número del castaño, esperando una respuesta que nunca llega.

Un poco cansando decide sentarse a esperar.

De repente unas manos cubren sus ojos y el hipnotizador aroma de Pond inunda su olfato al grado de hacerle marear y sonrojarse.

—¡Llegué!— exclama Naravit con su habitual buen humor.

Phuwin asiente y le regala una pequeña sonrisa, enseguida caminan hasta llegar al lugar de su reunión, una cafetería donde vendían las peores donas del mundo.

Era famoso por eso y porque la decoración era muy linda.

Mientras toman un café y comen un cuernito relleno, ambos mantienen una plática amena, se siente tan cálido que Phuwin solo puede pensar en lo lindo que sería tener una relación con el mayor.

—Recuerdo cuando te conocí, pensé que eras un tipo genial pues a tus diecisiete ya tenías el casi protagónico de una serie genial— dice Naravit recordando los días de grabación de The Gifted.

Claro, esa fue la primera vez que se conocieron, de lejitos, pero lo hicieron.

¿Quién diría que solo un año después estarían juntos grabando una serie donde serían pareja?

Más allá de eso, ¿Quién diría que de solo saludarse pasarían a besarse hasta el cansancio?

Sí a Pond le hubieran dicho que en su primer proyecto conocería a su futuro compañero de trabajo, que por cierto era un actor experimentado que estaba en el negocio desde pequeño, seguramente se hubiera hechado a reír deliberadamente.

Porque eso era tan imposible como hacer que Phuwin lo notara más que como a un amigo.

—Yo también recuerdo cuando te conocí, en ese momento pensé que tenías unos labios antojables— comenta de manera natural el menor.

Justo después de esas líneas, Phuwin guarda silencio intentando averiguar porque había dicho eso.

—¿Quieres probar?— cuestiona Pond con una sonrisa y su usual tono coqueto.

Phuwin le mira con una extraña mirada, tan extraña como hipnótica.

—Lo único que quiero probar es el helado que está en oferta.