Cuatro

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Mi cabeza se giró para sorprenderme. Nathan estaba caminando entre los pupitres con la mirada clavada en la mía. Sentí una corriente helada recorrer mi cuerpo entero y presioné la mano de Lorenzo involuntariamente. Su expresión era completamente seria y sus ojos tenían ojeras. Caminó hasta el pie del altar y se paro frente a mí.

Lo mire confundida y entonces Lorenzo soltó mi mano para recargarla en el hombro de Nathan.

-¿Nate?- susurró. Lo miré aún más confundida y él dirigió la mirada hacia el dueño de la mano. Sonrió ampliamente y asintió. -¡Cómo has crecido!-Lorenzo se inclinó para darle un fuerte abrazo, como los que me daba a mí. -Sólo... mírate, eres el doble de mi tamaño, pero sigues teniendo los mismos ojos brillantes.- la mirada de Nathan se volteó para verme. Fruncí el ceño y pestañee varias veces. Todo era tan extraño, ¿De dónde lo conocía Lorenzo? Separé los labios para decir algo, pero fui interrumpida, una vez más.

-Faith, ¿Recuerdas a Nate?- preguntó Lorenzo. Entonces lo miré. Tenía que admitir que si lo conocía de algún lado, aparte del café, y ahora mismo creía saber de dónde.
Negué con la con la cabeza y volví mi mirada hacia Lorenzo. Él me sonreía mientras seguía reposando su mano en el hombro de Nathan.
-Nate también estaba a mi cargo cuándo era pequeño- él asintió. -, pasaron toda su infancia juntos, Faith- cerré los ojos con fuerza y suspiré. Era cierto, de allí lo conocía. Su cara no había cambiado en lo absoluto, seguía teniendo los mismos ojos brillantes que miraba cada mañana al sentarme a desayunar.
-Faith...-lo oí susurrar. Luego de eso, una mano rozó la mía y entonces abrí los ojos. Lorenzo ya no estaba, había desaparecido por completo y sólo quedábamos Nathan y yo allí. Lo miré a los ojos con dificultad y el subió un escalón para estar a mi altura.

-Lamento no haber hecho nada anoche...- susurro y al oír eso, sentí un enorme frío recorrer mi cuerpo.
Negué con la cabeza y tragué saliva.
-No te disculpes, ya estoy acostumbrada.- ladee con la cabeza. Levanté la mirada y en su rostro noté tristeza. -¿Por qué viniste?- solté repentinamente. El esbozó una sonrisa de lado, dejando a la vista unos blancos y hermosos dientes.

-Me sentí como un estúpido por no haber hecho nada anoche...- susurró. -y, creo que te tenía pendiente una llamada, ¿no?- lo miré y una sonrisa suave se cruzó por mis labios.



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