Capitulo 16

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El día dieciséis fue de esos días en los que solo tienes un buen pequeño momento, pero ese te basta para hacerte sonreír hasta recostarte de nuevo y soñar con flores, dragones, unicornios y banderas gays.

Recuerdo que le dije a Sara que no quería desayunar, así que me dejó dormir cinco minutos más.

Cinco minutos más que significaron cinco horas...

Amor, creo que ya es suficiente... —Me dijo Sara mientras interrumpía el hermoso sueño que había tenido de nosotras paseando por una pradera de dulces.

Recuerdo bien el sueño porque mi esposa estaba desnuda en él.

Te odio —Murmuré. Solo quería seguir en esa pradera, y ella no me lo permitía.

No. Tú me amas.

Cierto, pero aun así estoy enojada contigo.

Me di media vuelta y me cubrí con las sabanas hasta la cabeza. Puede que ya no estuviera soñando, pero quería inventar un final bonito para él.

... Y con final bonito me refiero a Sara y yo haciendo el amor sobre un árbol de algodón de azúcar.

Amor, por favor... —Insistía ella al intentar quitarme las sábanas con una risita. Yo las sostenía en su lugar y me quejaba.

La cama era tan cómoda que no quería levantarme de allí hasta el día de mi muerte.

... Gracioso ¿No lo creen?

¿Quien pensaría que ese día estaba cerca?

Está bien, Ava. Me rindo.

Me reí bajo las sábanas.

... Supongo que le diré a Astra que se coma tu banana.

No me faltó escuchar más, pues antes de que Sara pudiera darse cuenta había salido de la cama y estaba corriendo en dirección al salón.

De inmediato me senté en el sofá y observé el único almuerzo sin probar que allí estaba.

Nos habían dado carne con vegetales, y también frutas de distinto tipo para cada una. Es raro, pues no nos habían dado nada de eso hasta ese día.

Y se dice plátano, idiota —Corregí a mi esposa, quien llegó al salón con una sonrisa en el rostro. Se sentó a mi lado y besó mi mejilla sin decir nada.

Es curioso, pero esta simple acción hizo que mi corazón latiera como loco.

¿Por qué nos han dado esto? —Logré preguntar mientras devoraba el almuerzo. Sabía que Sara no me permitiría comer aquella banana hasta haberlo terminado todo, así que había puesto manos a la obra para lograrlo.

No lo sé. Solo disfrútalo —Contestó Astra—... Sabes que no suelen hacerlo.

Asentí y seguí comiendo.

Hablamos de cosas estúpidas mientras me alimentaba y, al terminar de comer mi banana, Sara comenzó a buscar algo a su lado.

Me sorprendí al ver un tazón de fresas entre sus manos, y una tímida sonrisa en su rostro.

No creí que pudiera comérmelas todas, así que decidí esperarte para que lo hiciéramos juntas.

De inmediato me abracé a su cuello.

Ella era tan tierna. Tan generosa... Me amaba tanto que me ofrecía la mitad de sus fresas sin yo haberle regalado ni un mordisco de mi banana.

Me amaba tanto que incluso yo me preguntaba si aquello que estaba viviendo era real.

Virus Letal (Avalance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora