Capítulo XXI

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Nada más atravesar el portal, yo y Rebekya caímos en un césped de color celeste, casi de color azul claro, y lo primero que pudimos notar fue que era de noche, habíamos pasado días enteros dentro de aquella cueva y no lo habíamos notado, aún afectados por la extraña magia del laberinto.

-¿Qué es éste sitio...? -preguntó Vylleinor levantándose del suelo.

Al levantarnos, pudimos ver unas setas de color rojizo brillantes que nos llegaban hasta las rodillas, y a nuestra derecha, una seta mucho más grande, de unos 3 o 4 metros de altura, muy brillante que desprendía un color azul claro muy bonito. Y cerca, un río en el que los peces que veíamos pasar eran de color amarillo, también brillante, dejándonos impresionados por la belleza del lugar.

 Y cerca, un río en el que los peces que veíamos pasar eran de color amarillo, también brillante, dejándonos impresionados por la belleza del lugar

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-¿Cómo es que nadie habla de éste lugar en los libros? -preguntó Narya, sin separarse del hacha.

-Bienvenidos a los bosques de Harthingal. Sólo hay una pequeña diferencia con los bosques normales y corrientes. Éste está hecho completamente de setas, de todos los tamaños y colores. -explicó Mallkar.

-¿Cómo sabemos en qué dirección está el Árbol del Alma? -preguntó Leisek, sin fijarse mucho en el entorno.

Mallkar señaló a algo por encima de las grandes setas, un árbol de 150 metros de altura que se veía desde donde estábamos.

-No sé porqué pero algo me dice que es por allí. -añadí, de forma irónica.

-No podemos perder el tiempo observando ésto. -dijo Leisek caminando lo más rápido posible en la dirección en la que estaba el árbol.

Tras caminar durante un rato entre las brillantes luces del bosque de setas, la luz desapareció de un momento a otro, quedándonos a oscuras, mientras una sombra cubría todo.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Mellany, extrañada.

Mallkar encendió una leve luz en su varita para que pudiésemos ver, y al notar el aliento de algo justo delante de ella, apuntó hacia allí con su varita, dejando ver a una extraña serpiente con cabeza de dragón, sin pupilas, ni tampoco brazos y patas, solamente unas alas, con plumas, parecidas a las alas de las aves.

-¡Es un Anfíptero! ¡Corred! -exclamó Mallkar.

En ese momento, la criatura rugió con mucha fuerza, haciéndonos incluso temblar con la potencia de su rugido, y después se iluminó, utilizando toda la luz que le robó a las setas, volviéndose de un color azul resplandeciente que nos cegaba la vista al mirarle directamente.

En ese momento, la criatura rugió con mucha fuerza, haciéndonos incluso temblar con la potencia de su rugido, y después se iluminó, utilizando toda la luz que le robó a las setas, volviéndose de un color azul resplandeciente que nos cegaba la vist...

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-¡Juraría que éste es ciego! ¡Pero los Anfípteros tienen el olfato demasiado desarrollado, asique no nos sirve de nada! ¡Corred, vamos! -añadió la bruja mientras esquivábamos pequeñas setas y rocas a oscuras para poder huir de la criatura.

Los agudos rugidos de la criatura nos provocaban dolor de cabeza, y Leisek acabó tropezándose con algo en medio del camino. Rebekya lo vio y retrocedió mientras los demás corrían para ayudarlo, y le ayudó a levantarse justo cuando el Anfíptero cerró sus fauces con fuerza justo a las espaldas de Leisek, tratando de morderle.

-¡Vamos! ¡Vamos! -exclamó Rebekya mientras Leisek iba recuperándose poco a poco del dolor de cabeza que le provocaban los agudos rugidos del Anfíptero.

Cuando la criatura volvió a volar, agitó las alas con tanta fuerza que nos hizo volar a mí, a Mellany y Yannerk, haciéndonos caer justo encima de unas rocas, por lo que nos provocó un fuerte dolor en la columna, sobre todo a Yannerk, con lo que le costaba incluso levantarse.

-¡No podemos parar, Yannerk! -añadió Mellany ayudándolo a levantarse.

Justo en ese momento, el Anfíptero rugió con fuerza mientras se abalanzaba sobre nosotros tres con las fauces abiertas, pero desenvainé mi espada ante él y le hice un corte en el hocico, haciéndole cerrar la boca, y aprovechando para hacer chocar mis muñequeras, provocando una honda de sonido que nos provocó dolor de cabeza a todos, pero que sobre todo, dejó sordo al Anfíptero, dejándole con el olfato como su único recurso para cazarnos.

-Creo que lo has dejado sordo. -añadió Mallkar al ver que el Anfíptero se movía en todas direcciones, rugiendo de dolor.

-Es nuestro momento de escapar. -dijo Leisek.

-¡Vamos! -

Aprovechando que el Anfíptero estaba entretenido, corrimos todo lo que pudimos hasta llegar al final del bosque de setas, encontrándonos en una pradera, y al fondo, un puente de piedra que llegaba a una pequeña isla, con un gran barranco rodeándola, y en está isla, el gran Árbol del Alma.

-¡Mirad! ¡Estamos a nada de llegar! ¡Lo vamos a lograr! -exclamó Mellany.

Mientras corríamos a través de la pradera, esquivando rocas que había en el camino, y viendo como algunos ciervos nos observaban, al mismo tiempo que amanecía, vimos la sombra del Anfíptero, que estaba justo encima nuestra.

-¡Estoy harto de serpientes! ¡Y encima ésta vuela! -exclamó Daylor.

Después, cuando estábamos ante el puente para llegar al árbol, el Anfíptero aterrizó justo delante de este, quedando delante nuestra.

-¡No me jodas! -añadió Yannerk.

-¡Apártate, criatura asquerosa! -añadió Mallkar poniéndose delante de nosotros y apuntando al Anfíptero con su varita.

-¿Tienes algún hechizo con el que erradicarlo? -pregunté.

-Mis hechizos no pueden contra una criatura tan grande, pero alomejor lo puedo asustar. -contestó la bruja.

-¿Y cómo vas a asustarlo? No puede ver ni oír nada. -añadió Vylleinor.

Justo entonces, el Anfíptero trató de devorar a Mallkar, pero ésta se tiró al suelo y rodó hacia su derecha, evitando ser devorada por la criatura.

-¡Neith! ¡Mátalo! -exclamó la bruja.

Tras pensar durante unos segundos cómo podía saber mi nombre, aproveché que el Anfíptero tenía su cabeza a la altura del suelo para saltar sobre él subiéndome encima de su cabeza y atravesándole la cabeza de arriba a abajo. Después, aprovechando que había abierto sus fauces, salté y me agarré a su mandíbula, sujetándome en uno de sus dientes y le clavé la espada en el cuello, dejando caer un gran chorro de sangre, que cayó sobre Daylor, manchándolo por completo. Cuando bajé, Narya corrió hacia el Anfíptero, y con todas sus fuerzas, lo empujó hasta tirarlo al vacío, entre rugidos de dolor de la criatura, que se acababan poco a poco mientras más caía, sin que pudiésemos saber dónde estaba el fin de la caída.

Throndill: El Árbol Del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora