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Había una vez hace muchos años, en una época desconocida, existieron dos hermanas.

Una llamada Wanda que era conocida por sus interminables ganas de leer y tener aventuras (las cuales incluían: poner patas para arriba la cocina, desordenar las plumas de su padre y hacer fiestas de disfraces con su perro al que le ponía los vestidos de su madre, adornos, pelucas, collares y quien sabe que más).

Ella era una muchacha de hermosos rizos cafés. Su rostro lleno de pecas era uno de esos en los que la gente de la época se distraía fácilmente.
Sus ojos eran oscuros pero al verlos podías ver un mundo perdido en el cual una chispa de alegría actuaba de sol y el verde vivo de las plantas era igual de
resplandeciente que el aura de infantil esperanza que la rodeaba. Su sonrisa, objeto de admiración de los que la rodeaban estaba siempre tan brillante y llena de historias asombrosas. Su tez era clara pero no como las mujeres de su época, era morenita como le decía su padre.

Su hermana, se llamaba Saly. Ella era muy tranquila aunque si su hermana le preguntaba:

-¡¡Hey Saly!! ¿Quieres tener una aventura conmigo?

Ella inmediatamente respondía con mucho amor ya que tenía un gran respeto hacia su hermana:

-¡CLARO!

Ella tenía unos hermosos bucles de los cuales estaba orgullosa. Su rubio cabello siempre estaba peinado con un moño el cual, Saly amaba. Su rostro de tez muy clarita, siempre tenía sus delicadas, suaves y sonrosadas mejillas.

Sus ojos verdes eran muy admirados por su familia, ya que cuando se divertía en ellos podías ver un arco iris de emociones tan bello como el mejor de los paisajes. De sus labios brotaban bellas canciones con las que arropaba a sus muñecas.

Ellas dos vivían en un tranquilo pueblo de Velsirma la nación del rey.

Una niña, dos misonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora