El príncipe heredero robó miradas en cuanto llegó a la casa de las cortesanas. Las kisaengs que caminaban del brazo de los invitados lo miraron y le sonrieron con coquetería. Los hombres trataron de disimular su envidia, aunque los celos eran un mal desgaste para ellos que, ni en sus mejores sueños, igualarían el porte y elegancia del ser que lucía tan impactantes prendas.
Un noble regordete de mediana edad al que conocían como Gwak Seon, frunció los labios y lo miró de arriba a abajo mientras desplegaba un abanico frente a su cara.
—¿Quién ese tipo y su... acompañante? —le preguntó a la mujer que estaba su lado, en un tono no muy cauteloso.
—Es su alteza real el príncipe heredero, el comandante de la guardia de la capital. Y el hombre de ropa naranja es su primo hermano, Min Im Yeop, el hijo mayor de Min Mu Hyul el hermano de la reina —dijo la kisaeng más alto de lo necesario y eso le valio una miradita coqueta de parte de Je—. Lo sabría si en lugar de venir aquí a diario, saliera un poco más a la calle, mi señor.
Gwak Seon dio un respingo y cerró el abanico.
—¿Cómo te atreves?
—Mi señor, sabe que no lo dije con mala intención —dijo ella con su voz más tierna y lo tomó del brazo—. ¿No quiere entrar y beber otra copa?—Suéltame, moza.
—No sea así, mi señor.
—Regresa adentro y consigue a Eori me vea en privado —demandó el mismo hombre con brusquedad y Je lanzó una mirada torva.
La kisaeng soltó un bufido de exasperación y se cruzó de brazos antes de marcharse a regañadientes.
Cuando el noble se dio cuenta de que tenía encima la mirada del principe heredero, carraspeó y fingió estar absorto en el diseño de las farolas de colores rosa y amarillo que colgaban de un techo a otro.
El príncipe heredero levantó una ceja y sacudió la cabeza. No podía evitar molestarse cuando los escuchaba hablar, pero tampoco le gustaba discutir con esa clase de hombres. No valía la pena.
—Debes estar feliz de que todos admiren tu trabajo —dijo Je que acababa de inclinar la cabeza hacia el oído de su primo—. ¡Por supuesto que lo estás!
—Es a ti a quien observan, Yangnyeong —respondió Im Yeop, sin mirarlo—. Mi arte solo hace justicia a su poseedor. Las sedas sobre una escultura no la volverá humana.
Je chasqueó la lengua e hizo un gesto de escepticismo.
—¿De verdad crees eso? ¿Qué tal si lo compruebas de una vez por todas? Me haces ropa tan hermosa a mi, pero tú siempre te vistes de colores sobrios y con diseños aburridos.
Im Yeop sacudió la cabeza.
—Mide el riesgo de tus palabras. Hasta ahora eres el único al que le he concedido el privilegio de lucir mi trabajo, si lo uso yo también se levantarán sospechas para las que aún no estoy preparado.
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Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©
Historical FictionÉl es el príncipe herededo, pero nadie le preguntó si quería sentarse sobre un trono. Él era un niño feliz y libre hasta que su padre se convirtió en rey. Él era el favorito de sus padres hasta que reveló su verdadero yo. Él amaba a ciertas personas...