9. Lo mejor para una gran promesa

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La temperatura del viento se volvió más condescendiente con los días

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La temperatura del viento se volvió más condescendiente con los días. El invierno se despedía sin dar batalla. Ese clima atraía a las aclamadas «veladas a la intemperie», como la que se organizó esa noche en el patio principal del palacio.

 La mayor parte de la familia real estaba presente. Entre los invitados figuraban los ministros de alto rango y un emisario extranjero, acompañado de su gente.

La luna brillaba grande y redonda sobre el cielo despejado. Su luz por sí misma podría haber sido suficiente para iluminar los rostros de los presentes, pero colgaron farolillos redondos por encima de todo el patio por si las dudas.

Los músicos se colocaron en una esquina estratégica al pie de la tarima sobre la que actuaban las bailarinas y que estaba en el centro del patio. Las que bailaban eran seis mujeres artistas. Sus faldas ondeaban al ritmo de sus piruetas y sus bellas facciones jugaban a combinación con la hermosa flor que sostenían entre sus manos. Ese número y los anteriores cautivaron al público. El entrenamiento era un rotundo éxito.

La comida tampoco se quedó atrás. Tuvieron que poner especial atención a los platillos que la cocina real serviría esa noche pues, según se sabía, el embajador Ming tenía un paladar muy exigente. Al final, la comida logró ser del agrado de todos.

El Emperador Ming enviaba a alguno de sus hombres de vez en cuando. Todavía nadie se atrevía a ir en contra de una dinastía tan influyente así que no podían permitirse el lujo de rechazar la visita del extranjero. Es por eso que, en lugar de renegar, se esforzaban por sacarle el máximo provecho al evento.

Con todo, la fiesta no conseguía entretener al menor de los Grandes príncipes, quien ni siquiera había tocado su comida y parecía tener sueño. La reina lo atrapó cabeceando varias veces. Hyoryeong se dio la tarea de mantener despierto al niño despues de notar la expresión de disgusto en los ojos de su madre. Tuvo que darle unos golpes en los hombros para intentar reanimarlo y no dejó de repetirle en voz baja que debía mantenerse erguido y atento. Jong asentía y obedecía, pero al cabo de unos minutos volvía a repetirse la misma historia.

Chungnyeong, en cambio,  prefería ignorar las fortuitas lecciones de etiqueta que Bo le impartía al menor y entregaba su entera atención a lo que, en dadas ocasiones, su joven esposa le decía. Los comentarios de la mujer lo hacían reír de vez en cuando, lo que a su vez ameritaba un cuchicheo regañón de parte de Hyoryeong, que estaba a su izquierda.

El emisario Ming que además era el jefe eunuco a cargo del Emperador, desvió la mirada en más de una ocasión hacia la mesa vacía que estaba a la derecha del rey, frente a la mesa de los Grandes príncipes. La interrogación en su mirada era todo menos cuestionable. Algunos invitados, entre ellos los señores Min y el príncipe Gyeongnyeong, que tenían lugares en la mesa de abajo, pudieron percatarse de lo que el hombre buscaba.

—¡Su gente es muy entusiasta! —dijo el emisario y echó la cabeza atrás para que el rey supiera que le hablaba a él.

El rey no hizo nadamás más que reírse y no dejó de beber porque le servía de excusa para no responder. Ni siquiera le importaba lo que ese hombre tuviera para decir, pero tenía que pretender cierto grado de simpatía.

Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora