7. El genio y el banal

87 13 0
                                    

El príncipe heredero tamborileó los dedos con impaciencia sobre la superficie de la mesa de piso: llevaba más de veinte minutos en la habitacion de Gran príncipe Chungnyeong y no había podido sostener una conversación con él aunque lo tenía en fre...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El príncipe heredero tamborileó los dedos con impaciencia sobre la superficie de la mesa de piso: llevaba más de veinte minutos en la habitacion de Gran príncipe Chungnyeong y no había podido sostener una conversación con él aunque lo tenía en frente ya que Do no apartaba la vista del libro que sostenía entre las manos.

Je suspiró por cuarta vez cuando Chungnyeong se recostó bocabajo, con el libro bien agarrado mientras balbuceaba quién sabe qué. Y, al verlo hacer apuntes sobre la pila de hojas que tenía en el suelo, supo que si no tomaba medidas al respecto se aburriría el resto de la noche porque Chungnyeong no parecía tener la intención de prestarle atención.

El príncipe heredero suspiró por quinta vez, decidido a arrojar la paciencia por la borda. Entonces se estiró sobre la mesa y le arrancó el libro de las manos.

—¡Hyeongnim! ¡Estaba leyendo eso! —exclamó Chungnyeong con los ojos bien pelados.

El joven Do tenía el rostro redondo, unos ojos juguetones rodeados por largas pestañas y una boca muy delgada. Sus facciones en conjunto lo hacían parecer un niño muy simpático y, los que lo conocían sabían que casi siempre lo era.

—¿Acaso te pedí una explicación? Atención, eso es lo que te pido —protestó Je y se volvió a su sitio, donde se puso a hojear el libro— ¿Qué leías con tanto ahínco?

—Te esperé, hyeongnim, pero llegaste tarde, como de costumbre —se defendió Chungnyeong—. Necesitaba sacarme esa idea de la cabeza primero.

—¿No es este el libro que te obsequié? —preguntó Je y cerró el ejemplar para admirar el título en la pasta.

—El mismo —confirmó Do y todo parecía indicar que no se conformaría con dar una respuesta de solo dos palabras—. Ahí leí sobre un reloj de sol. Existen desde hace mucho pero Joseon no tiene uno y a personas... —Do parpadeó y miró a Je como si temiera decirlo, sin embargo, lo dijo—: Bueno como tú, hyeongnim: personas a las que les cuesta orientarse con la única ayuda del sol. Sé que lo negaras, pero no hace falta que lo hagas. Suaviza tu mirada que sabes que es verdad. Eso. Como te decía, con un aparato de ese tipo quizás sea más fácil. Dice que un reloj de este tipo emplea la sombra arrojada sobre una superficie con una escala para indicar la posición del Sol en el movimiento diurno. Según la disposición del gnomon y la forma de la escala se pueden medir diferentes tipos de tiempo; el más habitual es el tiempo solar aparente. Solo que no funciona bajo la luna o la noche, por eso mismo también se podría construir uno impulsado por agua. Leí que durante los tres reinos se utilizaban...

Je dejó el libro sobre la mesa y  se echó a reir sin ningún remordimiento a pesar de que interrumpió el monólogo del menor.

—Tus ojos tienen ese brillo otra vez, Do. El mismo que tenías unas semanas antes de hacer explotar la mitad de tu jardín o la siguiente en la que decidiste ser tú quien lo volviera a plantar. Ah, y cuando te empeñaste en pasear descalzo por el bien de tu investigación médica. ¿Y como olvidar la vez que te propusiste medir la lluvia y después tú... —El príncipe heredero se golpeó las rodillas y luego se cubrió los ojos con la mano.

Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora