La tormenta

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Recuerdo aquella vez que me encontré a mi mismo en medio de la tormenta, era media noche y aquella no era cualquier tormenta, era la tormenta más salvaje que jamás haya presenciado, tan grande que incluso sentí que me caía, pensé que ese sería mi final y sentí miedo, genuinamente temí, temí que fuera solo un final en negro, y cuando pensé que mis paredes iban a romperse y que finalmente caería al mar después de tanto tiempo, se detuvo.

La tormenta finalmente había cesado pero los daños que dejó en mi estructura eran notorios, y aún sin los fuertes vientos para tirarme sucumbiría eventualmente a causa de aquellas grietas. Y así fueron pasando los días, días en los que no me abandonaría ese sentimiento de bomba de tiempo, sabiendo que eventualmente explotaría, me partiría, el pensamiento de que mis días estaban contados y que no había nada que pudiera yo hacer para remediarlo.

Pero grande fue mi sorpresa aquella hermosa mañana, el sol saliendo de entre las montañas como aquel aventurero que desde una cima logra ver su destino, y una brisa que con tan agradables caricias soplaba por todo lo largo y ancho del risco, aquella mañana en la que un pequeño grupo de personas se acercaron a mi, e inmensa mi emoción cuando comenzaron a repararme. Cada grieta, cada pedazo faltante, ellos lo volvían a poner en su sitio. Eran pocas personas, muy pocas, y fue un proceso tardado, muy tardado, pero eventualmente y después de muchos esfuerzos, ellos lograron repararme. A mi me llenaba un sentimiento de gratitud monumental, nunca pensé que alguien se fuera a preocupar por mi, mucho menos que me ayudarían como ellos lo habían hecho.

No podía pagarles, pues no había moneda que valiera para compensar aquel tan precioso sentimiento que me había invadido, nunca antes me había presenciado un acto tan solidario de parte de ninguna criatura, y es que ellos lo sabían, sabían que no iban a recibir nada a cambio y aún así decidieron ayudarme, ellos me han mostrado el lado más increíble y valioso del ser humano.

Gracias a ellos sigo aquí, y después de todo lo que dieron por mi, yo solo puedo decir gracias.

Cuentos de un faroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora