Acto III, Capítulo II

74 1 1
                                        


Capítulo 2: Uróboro

Porque algunos acontecimientos siempre acaban por repetirse... Pero no por eso el resto del viaje fue en vano.

------------------------------------------------------------------------------------------------

El día siguiente, los Proudmoore estuvieron de visita. Katherine, Derek y Tandred.

Primero, los pasearon por el lugar. Los llevaron por todo lo que se había construido, relatando anécdotas tanto de cada construcción como de la inauguración. A algunos habitantes les había hecho tanta gracia lo que habían hecho Gazlowe y Mekkatorque, que habían colgado un pasacalles delante de la taberna que rezaba "Gaz apesta; Mekka <3; Gaz x Mekka?". No había necesidad de aclarar que tanto el gnomo como el goblin quemaban el pasacalles cada vez que personalmente llevaban un cargamento de Azerite. Hasta ahora, lo habían quemado una vez cada uno, así que el que vieron los Proudmoore fue el tercero.

En cuanto visitaron todos los lugares, incluido el cementerio de espadas en las afueras, y Jaina le obsequió a Tandred el colgante con el ancla que alguna vez perteneció a su padre, volvieron a la casa de la pareja a almorzar.

Fue entonces que el menor de los tres hermanos desafió a Thrall, como hacía siempre que lo veía, a echar un pulso. Se sentaba a la mesa, tomaba algo de alcohol y comenzaba a mirarlo con una ardiente determinación.

Y siempre pasaba lo mismo.

Primero, el orco educadamente rechazaba cada proposición. Luego, cuando Katherine ya no aguantaba los desafíos, le lanzaba a su nuero, eso lo consideraba, una mirada de "por favor, dale el gusto", sabiendo que no le rompería el brazo. Entonces, ponía su codo sobre la mesa y se limitaba a mantenerse firme mientras Tandred se dejaba las articulaciones intentando derrotarlo.

Últimamente, como no quería frustrarlo por siempre, después de ver que no paraba de buscar este momento, lo dejaba empujarle un poco la mano antes de derrotarlo despiadada pero lentamente, cuidando no lastimarlo.

Y Jaina siempre le lanzaba un "gracias" sólo moviendo los labios.

Durante la tarde, se fueron los cinco a pescar en un bote que Thrall había armado simplemente para pasear con Jaina, pero en el que cómodamente cabían diez personas, y se podía hasta dormir a bordo si fuera necesario.

Como sus hermanos no paraban de pelear por ver quién sacaba el pez más grande, la maga, con el único propósito de que se callaran, lanzó una serie de hechizos al agua, ubicó dos peces enormes y otro aun más grande. Hizo que los dos primeros mordieran sus anzuelos y luego arrancó del agua al tercero con magia, mirándolos con cara de superioridad, todo mientras su madre y Thrall se reían de ellos en un rincón.

Entrada la noche, mientras el orco y los dos hombres Proudmoore discutían acerca de viejas recetas orcas de Draenor y Thrall les daba a probar un poco de un aderezo que había hecho hacía unos días, Jaina y su madre estaban sentadas a la mesa jugando con cartas.

Cuando ganó por quinta vez consecutiva, Katherine reunió el mazo y comenzó a mezclar, ansiosa de derrotar a su hija otra vez.

- ¿Cómo puedes adivinar todo el tiempo? - se quejó la más joven de las dos. - No hice ninguna mueca. -

- Ese fue el problema. - repuso la mayor. - Habrías ganado contra cualquier otra persona, imagino. Pero nadie te conoce como tu madre, niña. - le lanzó una fugaz sonrisa. - Aunque, - continuó. - no es como que adivine absolutamente siempre todo. -

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Jaina, incierta.

- Bueno, - la mujer le ofreció la pila de cartas y ella las separó en tres montones antes de reordenarlos. - no habría adivinado qué tan bueno era este orco, por ejemplo. - cabeceó hacia Thrall, que, junto a Derek, se estaba burlando de Tandred, vaya uno a saber por qué. - Se la pasa encuerado, es enorme, verde, tiene los pelos más grasientos que haya visto nunca, y eso que el joven Menethil aparecía por Kul Tiras a menudo, tiene colmillos muy grandes y una boca que se tragaría una pata de cerdo de un bocado. - se detuvo allí, aunque claramente podía seguir señalando diferencias, y volvió a barajar. Jaina no había dicho nada porque notó que no estaba siendo hostil, sino simplemente listando cómo difería de un humano. - Y aun así, pudo hacerte más bien que cualquier humano. O que yo. - admitió. - Y por eso, lo adoro. Aunque sea un orco. - decidió no mencionar a su marido fallecido. Sabía que era Thrall quien lo había sentenciado a morir, aunque no hubiera sido el ejecutor.

Una travesía personal del purgatorio, o Jaina dejando el pasado atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora