Hace 11 años.
Recuerdo haberme despertado llorando.
Era mi tercera noche en ese oscuro y vacío cuarto con un ventanal mucho más grandes que mi diminuto y escuálido cuerpo de niña.
––¿Qué sucede, Mía?
Un suave click, seguido de un tenue resplandor amarillento que iluminó la habitación, hizo que girara la cabeza hacia la derecha, para encontrar los grandes ojos negros de una hermosa, pero intimidante, mujer.
––¿Otra vez has tenido esa pesadilla? ––insistió, levantándose de su propia cama junto a la mía y arrodillándose a mi lado. Sujetó mis pequeñas manitas y me ofreció una sonrisa––. No tienes de qué preocuparte. Aquí estás a salvo.
Sus palabras no hicieron más que empeorar mi llanto. Por más que intenté contenerme, mi cuerpo comenzó a sacudirse, acompañado por fuertes sollozos.
––Los extraño mucho. ––gemí con voz entrecortada. Intenté zafar mis manos de las suyas, pero su apretón no disminuyó––. Quiero irme a casa.
No quería estar en ese lugar. Tenía miedo y no conocía a estas personas. A pesar de lo amable que se portaba esta mujer conmigo, aún me negaba siquiera a recordar su nombre.
––Lo sé, cariño. Pero ya te hemos explicado que esas personas no eran tus verdaderos padres.
Y con esa escueta afirmación, mi llanto se detuvo. Clavé mi mirada desafiante en su rostro, reflejando todo el odio que una niña de siete años podía reunir en su corazón.
––Tú tampoco lo eres.
Sus bellos ojos del color de la noche se empañaron con arrepentimiento antes de fruncir el ceño, tratando de ocultar su decepción. Soltó mis manos, pero no quitó sus ojos de los míos mientras volvía a meterse en su cama.
––Tienes razón. Pero soy igual que tú. ––Estiró la mano sobre la mesa de luz que compartíamos y apagó la lámpara, sumiendo una vez más el cuarto en tieneblas––. Y por ahora, eso tendrá que bastar.
***
Me tomó mucho tiempo comenzar a confiar en estas extrañas personas, que intentaban convencerme de que era especial y que mi lugar estaba allí, junto a otros como yo. Decían que un mal muy antiguo caminaba por la tierra, y que nosotros podíamos combatirlo.
Pero yo no les creía.
A pesar de la insistencia de Jocelyn, pasaron meses antes siquiera que me animara a salir de esa habitación.
Comencé a explorar los alrededores. Creí que podría encontrar una forma de escapar, de volver a mi casa. Sin embargo, a medida que iba saliendo, primero del enorme edificio que albergaba cientos de dormitorios, al gran patio con una hermosa fuente de piedra; me vi deslumbrada por la belleza de este lugar.
Tres enormes edificios con fachada antigua de roca, dispuestos en forma de medialuna y conectados por pasillos de piedra, se alzaban alrededor de una imponente fuente que escupía chorros de agua sobre una escultura angelical.
Pero no era la única. Cada entrada tenía, al menos, dos de esas esculturas aladas, hombres y mujeres. Seres enormes de belleza sobrenatural, aún con sus frías expresiones de piedra. Algunos empuñaban espadas, mientras que otros llenaban sus brazos con hojas y pergaminos. El de la fuente, un ángel masculino con alas más grandes que los demás, llevaba una copa.
Todo el lugar irradiaba un aura de misterio y oscuridad que, contrario a aterrarme, me embelesó. Y, por si fuera poco, estaba rodeado por un espeso bosque de eucaliptus; tan denso, que era casi imposible ver más allá de unos pocos metros. A medida que te alejabas de los edificios, más espeso se volvía el follaje.
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Sangre de Guardián
ParanormalMucho antes de que existiera vida en este mundo, la Tierra estaba cubierta de sombras. Los demonios deambulaban a sus anchas por el amplio paraje inhóspito que solía ser nuestro planeta, oscuro, sin color. Un día, el señor decidió que era hora de ha...