Capítulo 4

218 20 1
                                    

El día de mi cumpleaños.
Fue cuando ya acabamos el curso, vinieron Rosa y un amigo que había echo durante el curso, Rex. No iba a celebrar un cumpleaños a lo grande. A los tres nos gustaba estar en casa viendo pelis o jugar a videojuegos. Así que mi cumpleaños consistía en un día entero sólo con mis amigo, sin mi tía y ni mi abuela, ya que ellas se fueron a un entierro muy lejos y no volverán dentro de tres días cosa así. Tendría que quedarme sola el finde.
La fiesta de cumpleaños estuvo bien, no salimos de la casa ya que el día estuvo nublado. Jugamos a los videojuegos, vimos pelis y comimos pizza. Mis amigos se fueron cosa así de medianoche. A continuación recogí la casa pero de pronto sonó el timbre.
Abrí la puerta y no podía creer quien estaba allí.

— Pa.. Pa..— Me quede en blanco como si estuviera viendo un fantasma.

—¿Querías decir papá?

Me fui corriendo para él y lo abracé tanto para asegurarme de que era real.

—¡Vaya que fuerza tienes! Casi me dejas sin respiración. Oye, ¡Feliz cumpleaños! — Me fecilitó mientras sacaba un regalo.

—Ábrelo.— Dijo con su voz tierna pero varonil.

Era una cajita de música que había perdido hacia mucho tiempo.

—Gracias, Papá.

—¿Dónde está tu abuela y tu tía, Liss?—Preguntó, observandó el interior de la casa.

— Se han ido a un entierro no volverán dentro de dos días creo...—Pero la alegría que sentía fue interrumpida por el recuerdo.

—¿¡Oye dónde te encontrabas todos estos años?! ¡¿Por qué vienes ahora a verme?!—Mi boca no paraba de disparar preguntas que habían estado escondidas por mucho tiempo.

—Cariño, he tenido que hacer muchas cosas por ti...—Puso sus manos sobres mis hombros.

—¿¡Por mí!?—Aparté sus manos.

-Sí por ti. Cassandra nunca te has preguntado por qué no puedes hacer ciertas cosas, porque te las prohibe tu tía Liss. Como por ejemplo entrar en sitios religiosos, no debes estar tanto tiempo bajo el sol...

— Sólo dices tonterías, no conseguirás evadir mis preguntas— Resalté

Seguidamente, cerré la puerta, pero un pie impedía completar la tarea. Comencé a retroceder hacia el interior de la casa. Mi padre abrió la puerta y, poco a poco, iba avanzando hacia mí. Choqué contra la pared, me había quedado sin espacio para retroceder. Él puso su mano en mi hombro y me susurro mirando directamente hacia mis ojos:

— Pronto sentirás cambios...y vendrás a mí.

Cassandra DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora