CAPÍTULO CUATRO

124 30 2
                                    

Salí de mi habitación antes de que papá abriera la puerta, se sorprendió al verme.

- ¡Vaya! te levantaste solo –dijo arqueando las cejas.

-Sí, ya estoy listo ¡vámonos! –tomé un bocadillo en la cocina y salí a la calle a esperarlo. Estaba ansioso por comenzar el día.

La mañana transcurrió sin ninguna novedad, a la hora del almuerzo me alejé y como de costumbre me senté bajo una palmera solitaria, me disponía a comer lo que me sirvió la cocinera, cuando una concha de mar rebotó sobre mi cabeza. Voltee a la dirección en la que había llegado y ahí estaba de nuevo... la cabeza pelirroja flotante, me guiño el ojo y se sumergió rápidamente.

Tomé la concha de mar, tenía escrito "1:00 am" el estómago se me revolvió, pero sonreí discretamente. Me asegure de que nadie me estuviera viendo y guarde la concha en mi bolsillo. 

El resto del día tuve una sensación extraña, estaba nervioso y emocionado a la vez. Jamás había sentido tanta curiosidad por charlar con alguien, no solo era por su aspecto físico, sino también porque extrañamente me confería una paz y tranquilidad que no había experimentado con nadie más. Tenía ganas de volver a verlo, pero temía que algo malo pasara.

Tenía muchas dudas acerca de él, estuve haciendo una lista mental de todo lo que quería preguntarle, por ejemplo: ¿Era cierto que es el rey del mar? ¿Cuántos más como él existen? ¿Qué es lo que hacen? ¿Por qué viene al embarcadero a dormir? Mi mente estuvo tan ocupada todo el día, que los malos tratos de mi padre al llegar a casa no me afectaron. 

Eran las 11:00 pm, la hora en la que solemos irnos cada quien a su habitación para descansar. Me subí a mi cuarto a esperar a que ellos hicieran lo mismo y se durmieran mientras daba la 1:00 am.

Pasaron 40 minutos y los dos seguían abajo, me asome por las escaleras para ver qué estaba pasando. 

-¡Pásame otra cerveza, Alex! –oí decir a mi padre desde la cocina. Su voz sonaba diferente, como si hubiera estado bebiendo en exceso. 

-¡No, ya tomaste mucho! Mañana tienes que trabajar. –le contestó Alex. 

-Tú a mí no me dices qué hacer ¡pásame una cerveza! 

- Papá, es en serio, estas muy borracho y no podrás levantarte, te van a despedir si llegas en mal estado.

- ¡Maldita sea! –dio un golpe en la mesa. –¡Que me des una maldita cerveza o te rompo la cara! –estaba muy molesto. 

-Haz lo que quieras, yo no te voy a dar nada. –Alex salió de la cocina y en ese momento una botella de vidrio se estrelló contra la pared. Mi padre había arrojado una botella en dirección a Alex, pero la logró esquivar. – ¡No entiendo para qué trabajas si todo te lo gastas en esta basura! –grito mi hermano, pateando los vidrios rotos. 

Era cierto, cada quincena después de recibir su sueldo, gastaba la mayor parte en bebidas alcohólicas, estúpidamente todo se lo acababa en tres días y por supuesto, Alex y yo pagamos los gastos del hogar. Esa era la única razón por la que mi hermano y mi papá se peleaban, el resto del mes mantenían una relación estable y agradable. En esos días en los que se emborrachaba se volvía muy agresivo, yo permanecía encerrado todo el tiempo, me aterraba la idea de verlo en ese estado. 

Me fui corriendo a mi habitación al escuchar que mi hermano subiría las escaleras. Permanecí en silencio, escuché que mi padre sacaba un par de cervezas del refrigerador, me pareció oír que se había tropezado y tirado unos trastes de la alacena, después de eso todo quedó en silencio. El reloj marcaba las 12:45 am, tenía que salir de casa cuanto antes, deseaba ansioso poder encontrarme con el chico-pez.

Salí de mi habitación sigilosamente, antes de bajar las escaleras eché un vistazo para asegurarme de que no hubiera nadie, no vi ni oí nada, así que baje. Crucé la sala y llegué a la puerta, estuve a punto de girar la perilla cuando la luz se encendió. 

-¡¿Adónde crees que vas, pedazo de mierda!? –gritó mi padre. 

Se me erizó la piel y el miedo me inundó. Volteé hacia su voz, estaba sentado en el sofá, en una mano tenía una botella de whisky a medio tomar y la otra mano la tenía en el apagador de la lámpara que tenía a un costado.

- B-baje p-por u-un v-vaso c-con a-agua. –sabía que no me creería, ya era hombre muerto. El miedo me consumió. 

- ¡¿Crees que soy idiota!? ¿Por agua, vestido con botas y suéter? parado en la maldita puerta hacia la calle ¡la cocina está del otro lado, imbécil! –estaba enfurecido, escupía chorros de saliva mientras gritaba.

- Yo... soy... sonámbulo... -no podía creer que acabará de decir eso ¿en verdad no tenía otra excusa más tonta? Quería morirme. 

- ¡JA! Eres más estúpido de lo que creí –se paró del sofá más rápido de lo que imagine que pudiera hacerlo. Camino hacia mí, el corazón me latía cada vez más rápido. 

- Te voy a dar tu merecido –siguió diciendo -¡Maldito engendro de mierda! ¡No haces más que causarme problemas y disgustos! –Siguió caminando, pero no podía mantenerse erguido por mucho tiempo.

Tenía que irme de ahí, estaba decidido a golpearme, jamás lo había hecho, pero hoy podría ser la primera vez. Di unos pasos hacia delante, me fui acercando poco a poco a las escaleras, era obvio que él no podría subirlas. 

-¡Ven acá, cara de mierda! –tras decirme eso, sentí un intenso dolor en la espalda, combinado con un fuerte ardor, el impacto hizo que me doblara hacia abajo. Se había quitado el cinturón y me había golpeado con toda la fuerza que aún tenía. Solté un grito desgarrador al sentir un segundo azote. Me tumbe al suelo, mi cabeza quedo recargada en el primer escalón.

- ¡Eso! grita como el mariquita que eres –me golpeó dos veces más, el dolor era tan fuerte que sentía que desfallecería en cualquier momento. 

Se acercó a mí y giro mi cuerpo boca arriba. Trate de pararme, pero inmediatamente se sentó sobre mi torso, mis manos quedaron debajo de sus piernas. No sabía que iba a hacer, nunca le había tenido tanto miedo. Empecé a moverme intentando quitarlo de encima, pero era inútil pesaba el triple que yo.

Aún tenía la botella de licor en la mano, la alzó sobre mi cara y una sonrisa maniaca apareció en su rostro, sus ojos parecían bañados en sangre. Me sentí como un niño de cinco años, aterrado, indefenso, no supe que hacer más que quedarme inmóvil. 

Inclinó la botella y poco a poco el líquido empezó a caer sobre mi rostro. Apreté los ojos y empecé a patalear rápidamente. 

-"Me ahogo, me ahogo" –decía en tono burlón, mientras vertía todo el alcohol en mi cara. Inmediatamente aunque tenía los ojos cerrados me comenzaron a arder.

Reuní las últimas fuerzas que me quedaban y pude sacar mis brazos de debajo de él. Lo empuje y se fue para atrás, aproveche para sacar una pierna y lo pateé en el estómago, con eso pude quitármelo de encima completamente. Me levanté muy adolorido y me dirigí a la puerta de salida. 

  -¡Me las vas a pagar, hijo de perra! –gritó y comenzó a gatear hacía mí. Justo antes de que abriera la puerta, me estrelló la botella vacía en la pierna izquierda, sentí que se me había encajado un vidrio en la rodilla. El dolor era intenso, pero no pensaba quedarme más tiempo ahí.

Salí de la casa y comencé a correr, la adrenalina que sentía ayudó a que el dolor desapareciera. Corrí hasta llegar al embarcadero. Al frenar todos los dolores volvieron, la espalda, la rodilla, los ojos, la cabeza, absolutamente todo el cuerpo me dolía. Atravesé el puente a rastras y al llegar a la orilla me desplome.

Hola amores como están, espero que bien acá está el siguiente capítulo espero que lo disfruten los quiero ❤🥰









EL TRITÓN (OHMFLUKE) - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora