DÉJAME AYUDARTE

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— ¿Sebas? — preguntó una voz al otro lado del teléfono, el hombre tumbado en el sofá con el teléfono pegado a la oreja y los ojos cerrados, bostezó antes de contestar.
— ¿Caramelito? Sabes qué hora es, ¿verdad?
— Sí, lo siento por la hora, sé que estás descansando y todo eso pero — no continuó, un silencio se formó y desconcertado miró la pantalla del móvil varias veces para asegurarse de que la llamada seguía.
— ¿Pero? ¿Hola? ¿Sylver? — nada, sin respuesta. Con preocupación se incorporó en el sofá buscando algo de ropa que tuviese por la habitación.
— Perdón, es que no puedo hablar mucho — contestó en un susurro después de minutos en silencio — te vas a reír pero, he vuelto al psiquiátrico.
— ¿¡Qué has vuelto a DÓNDE!? — gritó haciendo que la chica se tuviera que retirar el teléfono de la oreja y mandarle a callar.
— Al psiquiátrico.
— Ya ya, me he enterado, mi pregunta es — cogió aire antes de continuar — ¿por qué coño estás en el psiquiátrico, a las seis de la mañana un puto sábado? — dijo lo más amable que pudo.
— Te lo explico luego, ¿puedes venir, por favor? — le suplicó. Él se limitó a soltar un suspiro y mantener silencio durante un par de minutos. — ¿Sebas? — preguntó ahora ella estando en la misma situación que él antes.
— Voy. — Y sin más, colgó la llamada.

— En el psiquiátrico, a saber qué coño está haciendo en el psiquiátrico. — Refunfuñando por el camino, el hombre de pelo largo apretaba el acelerador sin control, iba por carretera y no había coches. Cuando se percató de la velocidad a la que iba y salió de su enfado un momento, vio por el retrovisor un radar que había pasado tan solo unos segundos antes. — Joder —. Soltó disminuyendo la velocidad.
No tardó en aparecer un coche de policía varios metros delante suya que le obligó a parar y bajar la ventanilla.

— Señor iba usted a ciento cuarenta, ¿lo sabía?
— No. Cuando he visto el cacharro sí. — dijo señalando con el pulgar detrás suya.
— Documentación por favor — soltó un suspiro girando hacia el otro lado, podía notar el enfado del policía y no pudo evitar leer los pensamientos de aquel hombre mientras rebuscaba entre las cosas de la guantera. «Otro tonto por la carretera, ¿no saben conducir? Es el cuarto ya esta mañana. Con lo tranquilo que yo estaba en el coche tomando mi café. Le pondré una multa, a ver si aprende». Dejó de buscar al leer la última frase, cogió unos papeles cualquiera y miró al hombre a los ojos.
— No me vas a poner una multa — sentenció con voz profunda — ese cacharro está estropeado y ha medido mal la velocidad. — Después de unos momentos en los que el policía volvía en sí, se disculpó y se fue.

Una vez en el psiquiátrico entró por la puerta principal, las instrucciones de su pupila no habían sido muy buenas, tampoco es que él le preguntara pero era información básica que debería haberle dado, según él. Al entrar, varias luces estaban encendidas por los pasillos y otras parpadeaban sin cesar. El extraño silencio en aquel sitio no le gustó, estar allí le daba una sensación bastante desagradable.
No se atrevió a gritar para no romper el maravilloso silencio, así que decidió enviar un mensaje a su estupenda alumna que le había despertado un sábado a las seis de la mañana.
Tras recibir unas pautas claras, fue en busca de Sylver teniendo cuidado por las esquinas y recorriendo los pasillos con la mirada antes de avanzar o abrir alguna puerta.

Silencio, es lo que había allí, ningún sonido, ningún movimiento más que aquel que el hombre hacía caminando por los pasillos buscando a la chica. Por lo tanto un gruñido que perturbaba el silencio turbador, sobrecogió al moreno que dejó de andar al instante. «Mierda» pensó intentando contactar con Sylver a través del canal telepático. «Sylver, ¿dónde estás?». Preguntó alterado apremiante a la respuesta de ella. «¿Dónde voy a estar? Pues donde llevo escondida tres horas» le contestó segundos después, él seguía quieto, sin hacer ruido, escuchando cada vez más cerca el gruñido. «¿Por qué cojones no me has avisado de que hay un bicho aquí?». Preguntó exigiendo una respuesta. «Porque no me he acordado». «¿¡No te has acordado de que estabas escondida porque un ser satánico te estaba persiguiendo!?». «Lo siento». «Tu me quieres matar, es eso». «No idiota». Él no respondió, estaba pensando una manera de salir corriendo sin hacer ruido, en las películas era más fácil.
Llegó a la puerta después de correr por los pasillos indiferente al ruido que hiciera, si el ser lo pillaba ya pensaría otra cosa, pero por suerte llegó intacto a la puerta, llamó y entró, encontrando a una Sylver herida y asustada.
— ¿Puedes explicarme por qué has vuelto al maldito psiquiátrico? ¿La experiencia del otro día no te bastó? — soltó las palabras enfadado recuperando el aliento, miró a la chica de arriba a abajo viendo las heridas de su cara y brazo.
— Baja el volumen Sebas, esa cosa puede estar cerca — le pidió alejándose de la puerta y sentándose en el suelo pegando la espalda en la pared. — El otro día no encontramos nada por mi culpa y quería hacer algo, quería encontrar información.
— ¿Y bien?
— ¿Qué?
— ¿Has encontrado algo? — preguntó serio.
— Poco, según estos papeles hay otra sede de Kosmos cerca de esta. También he encontrado una cosa. — Sacó algo del bolso, Sebas se acercó a ella sentándose a su lado y cogió lo que le estaba mostrando.
— ¿Un bolígrafo? — preguntó ante su primera impresión.
— ¿Es solo un bolígrafo? Pensé que era…
— No, no es sólo un bolígrafo — le cortó, empezó a examinarlo de cerca. Una pluma estilográfica de colores metalizados, predominando el rosa cobrizo, con un diseño de engranajes. — Es un moderador. Aunque me fastidia la sorpresa que tenía… —. Miró a la chica que esbozó una sonrisa y cambió la cara a una curiosa.
— ¿Qué sorpresa? — no obtuvo respuesta por su parte así que lo dejó pasar. — ¿Para qué sirve?
— Para escribir. — Se llevó una mirada de desaprobación por parte de su alumna. — No lo sé Sylver, pero es un moderador, Peter sabrá mejor que yo, qué es esto. En realidad, parece que esté hecho para tí Caramelito, como si alguien lo hubiera dejado para que lo encuentres. ¿Le has contado a alguien que ibas a venir o te han seguido?
— No, no se lo he dicho a nadie y no creo que me hayan seguido, pero no lo sé. — Dijo la joven cogiendo la pluma de las manos de Sebas.
— A todo esto, ¿cómo has venido? — preguntó él cayendo en la cuenta de la situación.
— En bus, me ha dejado cerca y he continuado el camino andando.
— Vale, he aquí mi pregunta, ¿por qué no me has avisado? Más vale que tengas una buena excusa.
— Pues, porque… no quería molestarte. — Dijo desviando la mirada.
— Porque no querías que lo supiera.
— Sí. — Bajó la cabeza.
— Me ofende mucho Sylver, se supone que somos compañeros.
— Eres mi mentor, que es distinto.
— Bueno, si así lo quieres ver, de acuerdo. Avísame la próxima vez, estás hecha mierda Sylver, podría haberte ayudado, si no me llegas a avisar por tu cabezonería, ¿quién sabe qué hubiera sido de tí? ¿Qué pasa si abres la puerta y te encuentras cara a cara con el bicho ese, Sylver? — ella se limitó a levantar los hombros. — Avísame la próxima vez, por favor. Te llega a pasar algo más grave y a mi me da algo. — Le dijo con voz calmada, Sylver notó la preocupación en su tono y en las palabras.
— Gracias por venir.
— No las des aún, falta salir de aquí vivos. — Le mostró una media sonrisa aliviando la situación.

Amor de Otro Mundo ~One Shots~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora