NOS SOBRÓ LA ROPA

342 20 0
                                    

Estaba hablando con las chicas cuando vibró mi teléfono. «¿Haces algo hoy?». Vi el mensaje en la parte superior de la pantalla. Sebas me había hablado, después de semanas largas sin dirigirme la mirada o intercambiar un par de palabras conmigo. «No. ¿Por qué?». Contesté dejando de escuchar a Kata y Lucy que comentaban algo de una serie. «Quiero hablar contigo».
— ¿Ahora? ¿Después de semanas en las que no me ha dicho nada? ¿Qué mosca le ha picado? — Pensé extrañada, fruncí el ceño pero le contesté rápido. «De acuerdo, ¿dónde y cuándo?». Mandé el mensaje y entré en su perfil para ver la foto que tenía. La había visto mil veces en la última semana, cada vez que entraba para mandarle un mensaje y salía por miedo a cagarla de nuevo. «A las ocho en mi casa, ¿te parece bien?». Su casa, nunca había ido a su casa. No sabía cómo era su apartamento. La idea de estar allí, con él… un escalofrío recorrió mi espalda. «Vale pero… no sé dónde está, tampoco tengo coche». Estaba nerviosa, de repente empezaron a sudarme las manos. «No está muy lejos de la organización, puedes venir a pie. Ahora te mando la dirección si quieres»
— Así que vivía cerca. Curioso. Nunca ha mencionado nada. ¿De qué querrá hablar? — Volví a pensar. Las chicas seguían hablando. «Está bien, mándame la dirección y a las ocho estoy allí». Contesté no muy segura de si era lo mejor. «Vale». No tardó mucho en mandarme la dirección. Estaba bastante cerca, no tardaría más de diez minutos en llegar a pie.

Guardé el teléfono y volví a mirar a las chicas, pero sin escucharlas, mi mente estaba ocupada con la invitación del moreno. En ningún momento me llamó o me mandó un mensaje, pero no solo había dejado de hablar conmigo, con los demás también. Tampoco pasó por allí. Pregunté a todo el mundo, lo busqué por todas partes, pero nadie sabía nada o no me lo querían decir.
— Bueno chicas, voy a irme, tengo que hacer varias cosas. — Dije interrumpiendo su alocada conversación.
— Vale, que vaya bien la tarde. — Habló Lucy despidiéndose de mí. Kata la imitó y volvieron a la conversación.

Salí del despacho de la albina para ir al mío. Me acerqué al coffee corner y empecé a preparar mi café Arialdi, como me gustaba llamarlo. Por mi mente pasaron imágenes de Sebas en el momento de la última vez que nos vimos. Las cosas quedaron un poco frías entre ambos, me arrepentí horrores de lo que pasó.
— Debería disculparme con él cuando le vea. No debí decirle eso… — Lamenté en voz alta recordando mis palabras.

— Habría sido mejor si no hubieras venido. — Solté furiosa, no pensé mis palabras, las dije sin más, las escupí. Ver su cara me trajo a la realidad y me arrepentí inmediatamente. — Sebas… yo…
— Da igual, tienes razón, siempre meto las narices donde no me llaman. — Giró sobre sus talones y dándome la espalda se fue, salió por la puerta, sin dejar que hablara, tampoco tenía nada que decir, la había cagado.
— Mierda. — Maldije en voz alta y me llevé una mano a la cabeza. — Bien Sylver, muy bien. La has vuelto a cagar, ¿sabes hacer algo sin fastidiarlo todo? — En mi cabeza la respuesta estaba muy clara, un no rotundo, pero una voz pasó por mi mente, no venía de ningún lado, era un mero recuerdo, algo que siempre me decía cada vez que pensaba mal de mí misma. «Deja de pensar esas cosas Caramelito, sabes que no es verdad, no lo fastidias todo, bueno, de vez en cuando, pero no siempre. No pienses así, por favor.» el recuerdo de su voz resonaba como un eco en mi cabeza, no pude evitar dejar escapar un par de lágrimas lóbregas que recorrieron mis mejillas. — Esta vez sí lo he fastidiado.
Sin embargo, a sabiendas de que tenía que correr y enmendar mi error, una fuerza superior a mí me retuvo en el sitio y evitó que saliera corriendo detrás de él. ¿Temor? ¿Miedo? ¿Pánico, quizá? ¿Vergüenza?

Con el recuerdo en mente y limpiando la taza de café vacía, fui a mi habitación para caer boca abajo en la cama, cerrar los ojos y descansar unos minutos.

Sin haber podido dormir demasiado, abrí los ojos y miré la hora, las cinco de la tarde. De un salto me levanté de la cama, cogí ropa limpia y fui a las duchas.
Un chaleco burdeos, ancho, de manga larga, con cuello de barco. Unos pantalones vaqueros negros, largos, rotos por las rodillas. Unas botas negras, cómodas, con un poco de plataforma pero sin tacón. Preparé una mochila en la cual no faltó el diario de mi madre y un bolígrafo, a parte de las cosas que solía llevar a diario. Dejé el bolso preparado encima de la cama y me acerqué al tocador para maquillarme, unas sombras claras en los párpados, un poco de rubor, rímel y los labios ¿rojos, rosas o marrones? Me decanté por el rojo oscuro y mate.

Amor de Otro Mundo ~One Shots~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora