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LA LUZ

Akael

—Corre Becca—grité todo lo que pude al ver la reacción del enfermero. Comencé a intentar partir las cerraduras—

El viejo se giró hacía ella y le dió una sonrisa sádica, Becca reaccionó y comenzó a correr, el enfermero casí la atrapa al pasar por su lado, pero ella siguió corriendo.

Yo comencé a forzar la puerta y las cerraduras, pero no cedían. Di varias patadas a la puerta e intente llamar a los enfermeros. Mi desesperación iba en aumento. La puerta de metal tenía varias patadas marcadas pero no cedía.

Pasaron unos minutos hasta que de un momento a otro la luz del pasillo se fue y las puertas de las habitaciones se abrieron.
Escuché a la pelirroja correr devuelta a la habitación, estaba hiperventilando y parecía muy nerviosa, estaba tan nerviosa que no podía verme ni enfocarme en la oscuridad. Iba a comenzar de nuevo a correr cuando vió que yo no estaba en mi habitación. La cogí del brazo y la atraje hacía mí.

—Tranquila Mérida. Respira hondo—dije con voz tranquila. Ella negó varias veces—

En ningún momento se zafó de mi agarre. Le puse las manos a los lados de la cara e hice que me mirara a los ojos.

—¿Estás bien?—ella asintió y cerró los ojos para no encontrarse con mi mirada—¿Dónde está?—

Tenía ganas de torturarlo y matarlo a la manera rusa.

—Lo he encerrado en los baños—dijo con un hilo de voz—

—No te preocupes, estoy aquí, no te pasará nada—aseguré—

Le puse su cabello rizado detrás de la oreja. Ella pareció tensarse ante mi tacto pero se relajó notablemente después.

Tenía un olor muy atrayente y agradable... Ella en si era atrayente, siempre lo fue, aunque no le hubiera visto el rostro.

—Debemos pedir ayuda Akael, la puerta del baño no resistira mucho.—me advirtió con miedo en su voz—

Becca si estuvieras a mi lado siempre nunca tendrías miedo.

—¿A unos enfermeros vamos a pedir ayuda? Están todos juntos Becca. Además soy ex militar ruso no me hace falta ninguna ayuda—dije con soberbia, noté como ella sonrió un poco y puso los ojos en blanco—

Por mi cabeza se me paso la idea de ir a ver al doctor Brown, pero disfrutaría más matando a ese imbécil.

—Escondete ahí—le cogí la mano y la lleve hasta mi habitación—No creo que quieras ver esto—ella asintió y yo cerré la puerta—No salgas por nada en el mundo, ni aunque escuches cosas raras. Volveré a por ti—le prometí—

Era admirable la manera en la que había confiado en mí, claro está que no me conoce.

El doctor Brown me había otorgado varias armas para defenderme, entre ellas una navaja... me bastaba para matar a ese gilipollas.
Caminé por el pasillo ideando mis planes, hasta que escuché a mi amigo acercarse.

En efecto como Becca había dicho la puerta del baño no resistió, ya estaba rota y el enfermero se aproximaba hacía mí a grandes zancadas, pero él no podía verme, por lo menos no de momento.

Llamando A La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora