1 de diciembre del 2021:Estoy en una cafetería en las calles céntricas de Washington y pienso, "¿Alguna vez me vi así?". Una mujer de rojo habla frente al ventanal en el que me encuentro sentada sin poder mi reflejo en ella. Habla por el teléfono y sus ojos llorosos me incitan a creer que una conversación de pesar tiene en estos momentos; con su cabeza gacha y su bolso se va alejando hasta que la pierdo de vista. ¿Qué será de la chica de rojo me pregunto en estos instantes? Adiós hechicera de cereza.
Escucho una canción que me recuerda a mi madre por unos audífonos que se han convertido en una parte más de mi piel. "Todo se derrumbó dentro de mi" suena a medio volumen mientras que acompaña la historia de la gente y de la vida y de lo que pasa fuera del gran ventanal.
Muchas vidas, muchas historias, mucho que ver.
¿Me veía así ayer? ¿Me veré así mañana?
Por lo menos sé que no me voy a ver aquí en una semana, en la que mi partida marcara un mañana y un posible futuro distinto que dejo tras un aeropuerto y un adiós.
El caballero de la noche, ese es otro de los personajes de mi película. Un guardián oscuro que pasa más rápido que una brisa y se esconde entre las calles de una histórica ciudad.
Histórica, más no indiferente, no la siento indiferente. Sólo es nostálgica, así la siento yo. Históricamente nostálgica. Una ciudad que busca amar, que busca sentir, oportunidades y sueños. ¿Desesperada por sentido? Quizás. Pero sólo es algo que yo digo, nunca estoy cerrada a equivocaciones. Tal vez sea sólo yo.
Estoy esperando que la horas sólo pasen, como el río por su caudal, a su tiempo; rápido o lento, no importa porque no tengo prisa porque esto me entretiene. La gente pasar a su tiempo, como tal río por su caudal, esa gente me gusta ver.
Gente que llora, que se enamora, que camina a paso pausado, que lee, que ansía, que espera, que piensa y que actúa. Esa gente.
El señor de mi costado lee. Libros de cocina creo yo ver. Uno, dos, tres, cinco, miles. Muchos libros aunque no podría decir si todos son de cocina, no quiero cometer otra equivocación.
Creo que debería tomarme mi café ¿Debería?, pues si no quiero que se enfríe creo que es lo más factible.
Ahora que estoy aquí sentada en esta cafetería misteriosa escribiendo unas palabras que no salen tan pensadas me percato de los visitantes de estas puertas, mucha gente que tiene arte en sus dedos y sueños, al igual que yo pero distintos a los míos. Sólo espero que todos los lleguen a cumplir y que esta tarde más soleada de lo normal les ayude a descubrirlo, como yo aquí espero poder descubrirlo a la mano de un café frío y una música lenta que me trae recuerdos de hogar y experiencias que no viví.
Llegaron lobos al acecho, y aunque sus trajes de tul y sus zapatos que brillan como estrellas solo muestran un atisbo de pulcritud ante mis ojos, mi piel siente otra cosa totalmente distinta. Con sonrisas de intenciones ocultas se ocultan entre el aroma de un buen café, y mientras la gente se acerca ellos se mezclan entre tantos para al final desaparecer por el mismo lugar por el que entraron.
No quiero juzgar mal, un buen intento de mi parte tendrán aunque eso signifique tener que ignorar mi sensibilidad e imaginación.