٬٬ Aʟʟ Oɴ Bᴏᴀʀᴅ ﹕JɪɴLɪᴄᴇ𝄒

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Rosé trato de distinguir al joven entre los que lo estaban acompañando, haciendo su intento para no ser descubierta observando.

Al diferenciarlo con la descripción que dio su amiga, esperó pacientemente para poder verle el rostro, puesto que estaba volteado en dirección a la calle era complicado.

— ¡¿Lo ves?! Te dije que lo iba a encontrar —, habló en tono bajo para no ser escuchada, Lalisa sonrió orgullosa de tener razón, estaba segura de que lo encontraría ahora que sabía cuál era la estación donde bajaba.

Una vez que Roseanne logró ver el rostro del chico que le fue mencionado, miró a su amiga muy sorprendida con los ojos llenos de asombro, como si hubiera visto lo más maravilloso de su vida.

— Oh cielos Lisa, es hermosoooooo, ahora te entiendo, yo también me enamoraría de él, parece un dios, no perdón, ¡él es un dios!

Lalisa sonrió tímidamente asintiendo a lo que la australiana decía, en todo tenía razón, y le daba gusto que ella también pudiera admirar el mismo arte que ella.

— Tienes que hablarle Liz, conocelo y conquista lo, y cuando estés saliendo con él, dile que me presente a uno de sus amigos que también están tan, tan guapos —, observó por el rabillo del ojo a los chicos que se encontraban aún lado del amor platónico de su amiga, y con una sonrisa cómplice observó a Lalisa, quien tenía una expresión de espanto.

— ¡¿Cómo crees que haré eso?! Una cosa que pedirle su número y quizá su nombre, y ya otra muy distinta es tratar de enamorarlo y el reto más grande; lograrlo —, la tailandesa se encogió de hombros jugando con sus palillos.

Rosé la observó incrédula de las palabras que estaba diciendo la menor.

— ¿Y por qué no? Eres capaz de hacerlo, tienes encanto, eres agradable y tierna, si te lo propones podrías hacerlo.

— Pero, ¿de verdad crees que yo podría hacerlo?

— ¿Desde cuándo andamos con inseguridades, Lisa? Claro que sí, la única que no cree que pueda hacerlo, eres tú misma, pero yo estoy segura de que lo conseguirías de inmediato.

Lalisa sonrió más animada al escuchar las palabras alentadoras de su amiga, le estaban siendo de gran ayuda, y en parte la motivaron a hacerlo.

— Ahora, ve por ese hombre —, demandó Rosé entusiasmado dando un leve empujón en el hombro de la tailandesa.

Más esos ánimos volvieron a decaer en picada cuando escuchó eso.

— ¡¿Qué?!, ¡¿Ahora?!, no, no, no, de ninguna manera, ahí están sus amigos, me va a dar vergüenza, ¿qué tal si me trabo al hablar o me tropiezo y caigo? Mejor mañana.

Roseanne rodó los ojos decepcionada de las palabras de la menor, que tenía razón en parte, la presión al ya estar acompañado y más por hombres si era abrumadora, y más para alguien como su amiga, por lo que decidió mejor no decir nada al respecto.

— Ah~, esta bien, tu ganas, mañana a primera hora cuando se suba al tren vas a hablar le, ¿vale? —, Lalisa asintió energéticamente provocando una sonrisa a su amiga.  — Bueno, vamos a pedir la cuenta, ¿vas tu o voy yo? —, por la mirada que dio, supo que quería que fuera ella.
— Para que pregunté, ¿verdad? —, soltó una risita colocándose de pie y yendo al mostrador.

Discretamente Lalisa se asomó para observar a su amiga, pero también para ver una vez al desconocido, ahora estaban sentados en la barra, no podía verlo, más sí a sus amigos quienes se carcajeaban de algo que uno estaba diciendo. Ahora se preguntaba, ¿él también se estará riendo?, ¿cuál de todas era su risa? Quería averiguarlo.

De un momento para otro, llegó Rosé entregándole su cambio ya que fue ella quien invitó la comida.

— Ya está, vámonos —, al observar los ojos de su amiga se encogió de hombros. — ¿Ahora qué?

— Es que todavía siguen ahí.

— Si, ¿y? No me digas que eso también te da pena, tenemos que salir de aquí, quien sabe hasta cuando se vayan y yo quiero llegar a mi casa, vámonos.

Sin mas remedio Lalisa se colocó de pie tomando a Rosé del hombro para salir del establecimiento. Le agrado en parte que ellos ni siquiera les prestaran atención por estar platicando.

Por la calle pudo verlo, comiendo tan feliz su estofado y riendo con sus amigos, por las vitrinas no fue capaz de escuchar ni su voz ni su risa, pero le alegraba que tuviera una vida normal y feliz.

Rosé le pidió que la acompañara a comprar un libro que necesitaba para la clase de mañana y accedió a hacerlo, más feliz de poder ver a su amor platónico una vez más el día de hoy.
Saliendo de ahí, se pasearon unos minutos entre las calles ya comenzando a iluminarse con faroles, anuncios brillantes y las luces de los establecimientos, comenzaba a oscurecer y el ambiente del lugar era muy agradable. Lalisa compró algunos dulces para el camino de regreso y acompañó a Rosé a su estación que ella debía tomar.

Al llegar el tren de la australiana, antes de subir ambas se despidieron.

— Nos vemos mañana Liz, no olvides descansar.

— Gracias por todo unnie, gracias por venir conmigo hoy, vaya con cuidado a casa —, Lisa hizo una reverencia en forma de agradecimiento a su mayor.

— Sabes que lo hago con gusto, y espero que ya te animes a hablarle a ese lindo desconocido, eres muy hermosa como para que no te haga caso, sería muy tonto de su parte —. El tren llegó y Rosé subió rápidamente puesto que se le estaba haciendo tarde para llegar a su casa.

La joven no dijo nada, solo se limitó a asentir a las palabras de su amiga observando como se marchaba en su transporte.
¿Debía hacerlo? Muchas dudas en su mente, sentía que le dolería la cabeza de tantas ideas dispersas.

Decidió no estar perdiendo el tiempo e irse a su casa de una vez, ella también quería llegar pronto o su madre podía empezar a preocuparse.

[...]

Se aventó a su cama acomodándose en esta, frotó sus ojos deteniendo su vista en el techo de su habitación.

Soltando un pesado suspiro.

— Me encantaría poder saber tu nombre... ¿Será tan hermoso como tu rostro?

Con la pregunta en el aire, cerró sus ojos quedándose profundamente dormida.

Continuará...