1.- Voz

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— De rodillas.

Los fantasmas temblaron al oír la voz de comando de He Xuan. Por sí solo el rey fantasma de los mares ya era intimidante, algo que se acentuaba terriblemente con esa voz rasposa que todos obedecían sin rechistar.

Lo que nadie sabía era que el uso indiscriminado de esa voz era un intento desesperado del Supremo por ahogar el sonido de alguien a quién quería olvidar.

"Ming-xiong"

¿Por qué de repente pensaba en Shi QingXuan? ¡Si él estaba aquí era por su culpa! ¡Ese niño mimado e ignorante debería agradecer que solo lo dejó a su suerte! Sus caminos nunca debieron cruzarse, ellos nunca debieron conocerse, nunca debieron estar juntos en primer lugar. Nunca...

Nunca debió enamorarse de él.

Con un gruñido de molestia, el rey demonio se alejó de la atestada sala. Su hambre se había ido espantada por la certeza de haber perdido a la persona que resultó ser su destinada. Que irónico y doloroso había sido descubrir que la persona destinada para él era la misma persona que indirectamente había causado su desgracia; que triste fue ver cómo sus oportunidades eran despreciadas por salvar a alguien que no lo merecía, que desafortunado era que un poco de amor no borrara años de sufrimiento...

Pero lo hecho, hecho estaba y no se podía corregir. Eso pensaba con amargura el Supremo mientras salía de su dominio dispuesto a irse al mundo mortal cuando, repentinamente, escuchó de nuevo aquella voz, la misma voz risueña que lo perseguía en sueños, en sus memorias y de la que trataba tan desesperadamente de escapar sin lograrlo. Su mente le decía que no debía acercarse, que lo mejor era seguir lo más alejado de él posible, que debía seguir sin verlo, pero su cuerpo se movió con rapidez llevando sus pasos hasta el sitio de donde provenía aquella voz.

Y ahí, frente a él, se encontraba la persona que tanto había anhelado.

— QingXuan.

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