Un sueño cumplido.

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El avión despegó de nuevo, y me sentí horriblemente decepcionado al comprobar que mi asiento y el de Darie estaban muy separados el uno del otro, y que en su lugar, a mi derecha (junto a la ventanilla) tenía a una adorable ancianita y a mi izquierda (al lado del pasillo) a un niño de unos siete años con una consola. Genial, para peor suerte, me había tocado en medio, que era el lugar que menos me gustaba.

Miré a Darie algo desamparado, y ella se limitó a sonreírme. Vi que se agarró con fuerza a los brazos de los asientos, y que una señora sentada a su lado le comentó que no hacía falta que los arrancase.

Poco más tarde las luces de los cinturones se apagaron, y observé como aquella hermosa mujer que me había conquistado en apenas unas horas, se puso en pie se dirigió al baño, no sin antes dedicarme una mirada e indicarme con el dedo que quería que le acompañase.

Casi salté por encima del niño y me colé en el baño en cuanto nadie miraba. El espacio era bastante reducido, obligándonos a estar muy pegados. Cómo si eso fuera una molestia para mí.

-Estoy sintiendo cosas algo fuertes por usted, José -susurró, muy cerca de mi boca.

-Yo las siento desde que el momento que la vi, Darie.

Me besó la comisura de los labios y yo apoyé las manos en sus caderas de alfiler, devolviéndole el beso, pero en el cuello. Ella echó la cabeza un poco para atrás y suspiró, y yo seguía con los labios pegados a los huesos de su clavícula. Acabó sentándose como pudo en el pequeño lavabo, mientras mi boca descendía hasta sus senos. Darie me agarró del pelo y con sus piernas envolvió mi cintura, atrayéndome aún más hacia ella.

-Hágame suya, José -me pidió en voz baja y al oído. Fuera la voz del piloto sonaba por los altavoces. Ni puta idea de lo que dijo.

Yo me limité a bajar la cremallera de mis pantalones, pensando en que jamás podría hacerla mía, porque ella no era ni sería nunca de nadie excepto de sí misma.

Gemimos e ignoramos al personal del avión mientras nos pedían amablemente que saliésemos, que no se podían hacer aquí estas cosas. Añadieron que habría turbulencias, y que teníamos que ir a nuestros asientos y ponernos los cinturones.

¿Sabéis el caso que les hicimos? Aja, exacto.

El avión se sacudió segundos más tarde mientras Darie gritaba de placer.

Y en la siguiente turbulencia aterricé en la mejor pista del mundo, convertido en piloto, cumpliendo el sueño de mi infancia.

Sin apenas tiempo para reponernos, escuchamos como fuera la gente chillaba asustada, y alguien decía que perdíamos presión y altura.

Salimos y nos sentamos en unos asientos que había al fondo y estaban vacíos, para agarrar las mascarillas de oxígeno.

Sí, el avión caía.

El piloto hacía lo que podía para salvarnos a todos, aunque siendo realistas principalmente lo hacía para salvarse él. Y me pareció muy normal, lógico y respetable.

Darie y yo nos miramos. Ella tenía los ojos húmedos, pero yo me sentí extrañamente tranquilo.

-Ha sido un placer este último vuelo con usted, José.

-Lo mismo digo, un verdadero placer, Darja.

Me volvía loco eso de que aún nos siguiésemos tratando de usted, en esa situación y después de todo.

Un último vuelo | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora