Sucumbí frente a Camila cuando sus dedos tocaron mis labios.
Mi entrepierna deseaba la suya y mis deseos lujuriosos hacían temblar a mi cuerpo en señal de que siguiéramos jugando a rozar nuestra piel sin llegar mas allá.
La ropa comenzaba a estorbar, la temperatura subia y el vino ya no calmaba la sed. Mis manos en un acto revolucionario tiraron del borde de la camisa, comencé a desabrochar los botones para que esta cayera al piso de la habitación. Mientras tanto, sus manos bajaron mi vestido quedando en ropa interior y en acto suicida, su boca rompió mi tanga dejándome descubierta y sedienta de ella.
Me acomode en el sillón y acto seguido comenzó a besar mis piernas hasta llegar a mi entrepierna quedándose ahí, bebiendo de mi dulce miel que brotaba al solo contacto de su lengua. El sonido que emitían sus besos y mis gemidos me hicieron llegar al orgasmo antes de que nos poseyéramos ambas. Fue delicioso.
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