꧁¡Qué vivan los novios!꧂

289 18 0
                                    




El lugar se veía maravilloso, al principio pensé que no cabríamos cómodamente todos quienes fuimos invitados pero Lucas se las ingenió guardando una que otra cosa innecesaria —¿dónde? No sé—. Había luces cálidas colgadas en el techo, una mesa con comida y bebidas, incluso un pastel que era notorio esta vez no había sido hecho por él mismo.

—Así que es él —comentó Alan sentándose junto a mí.

—¿Qué?

—Joshua, el tío de Riley, es él el de la promesa —afirmó—. Parece ser buen partido, lástima que tenga novia.

—Aún me preguntó cómo es que decidí aceptar contarte eso.

—Tengo mis encantos.

Y eres un idiota.

—Oye, gracias por dejarme venir a la fiesta.

—Eso suena ridículo, Alan, es una fiesta para Riley, ¿quién soy yo para prohibirte la entrada?

—Su mejor amiga y mi ex.

¿Auch?

—¿Qué hubieras hecho si no te hubiera dejado venir? —pregunté curiosa.

—Bueno, igual habría venido a Nueva York, ya había comprado los boletos y en la aerolínea se aseguraron en hacerme saber que no me darían un reembolso.

—¿Viniste solo por esto?

—Sí, quería ver a Riley, y bueno, a ti también.

—No creo que debas decir eso en voz alta.

No porque me haya afectado notoriamente, eso no tuvo nada que ver.

—Quería ver cómo estás, no pensé que fuera muy oportuno preguntártelo por teléfono por, bueno, ya sabes porqué.

—Aún no tienen que contactar a una funeraria u hospital, entonces diría que bien —intenté bromear pero la intensidad de su mirada no me permitió ni esbozar media sonrisa falsa—. Lo estoy sobrellevando, Alan.

—¡Chicos!

Jossie...

¿Nunca les hablé de ella?

Es la mejor amiga de Alan y posiblemente una de las principales razones por las que terminamos, creo que en un principio le caía bien, ahora que ya no estaba con él le volví a agradar, así que atando cabos no es difícil suponer que a ella le gusta su amigo.

—Hola, Joss —saludé amablemente.

—Qué bueno verte, Maya, hace mucho no sabía nada de ti —Adivina la razón, querida—. Escuché que te contactaron de una galería, deberías pasarnos el dato para ir.

—Oh, no es en Los Ángeles —Y de hecho no sé cómo se enteró.

—Es aquí en Nueva York, lo sé, le pedí a Alan que nos quedásemos aquí hasta después de haber ido a ver la exposición.

—No me lo perdería por nada —comentó tímidamente.

Por eso no pude odiarlo, cuando te rompen el corazón siempre va a ser muchísimo más fácil culpar a la otra persona por sus errores catastróficos que acabaron con tu estabilidad, y si bien eso nos sucedió de una u otra forma me era imposible catalogarlo como la peor persona que jamás pisó el planeta y como a alguien a quien desearía nunca haber conocido, porque su presencia en mi vida fue lo que me ayudó a seguir adelante en mi proceso de independencia y me dio apoyo cuando más lo necesité en esos días que California parecía demasiado para la veinteañera asustada que buscaba libertad.

Long game; a Joshaya storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora