CATÁSTROFE

108 12 8
                                    

—He estudiado estos libros esperando descifrar aspectos de la vida interior que las personas no pueden o no se atreven a mencionar. Parafilia, inversión, perversión, uranismo, dionismo, todos los conocía. Igual que uno conoce los rasgos de la luna con un telescopio sin saber realmente como se siente su superficie al tacto —explicó.

Karen lo escuchaba atentamente mientras ojeaba un libro. El doctor Kreizler había llegado pensativo al instituto, donde ella ya lo esperaba y la había hecho pasar a su oficina.

—Aprendí más al entrar a ese salón de lo que Krafft-Ebing o Havelock Ellis podrían haberme enseñado en 100 libros, y me hago llamar un alienista sin haberme enfrentado antes a esto —dijo revelando finalmente cuál era su punto—. Tal vez si merezco que mi licencia sea revocada.

—¿Esa es tu conclusión de la experiencia? —Preguntó incrédula, él asintió—. Quién lo diría, Laszlo, tu mente debe ser la más extraña de todas.

Apenado, pero aprovechando que eran más cercanos y que últimamente estaba probando cosas nuevas se aventuró a preguntar:

—¿Ya habías estado en ese club?

—¿Tu duda es profesional o personal? —Inquirió, volviéndose un instante para verle, tomó otro libro del estante y prosiguió, puesto que él no respondió—. Trato de mantenerme abierta a las nuevas experiencias... y sensaciones —aclaró, con menos fuerza con la que solía hablar. Después de todo, a ella también le gustaba él.

La chicharra del teléfono los interrumpió. Laszlo caminó hacia el escritorio para cogerlo.

—¿Hola?

—¡Ah! Laszlo, por fin —exclamó la detective del otro lado de la línea—. ¿Sabes dónde está Saxa? He ido a buscarla ya varias veces y nunca está en casa.

—No, no lo sé ¿por qué iba yo a saberlo? —respondió con prisa mirando de reojo a la profesora, con el simple hecho de escuchar ese nombre se sintió culpable.

—Tranquilo Laszlo, hice una simple pregunta. No tienes por qué alterarte. Sólo pensé que como ustedes son cercanos tal vez sabrías cuáles son los lugares que frecuenta. Como sea, ¿por qué no contestas? Te he estado llamando toda la mañana —lo regañó.

—Sara, más despacio.

—Iremos donde la madre de Libby Hatch, date prisa —dijo antes de colgar.

Sara, John, Laszlo y Byrnes visitaron a la madre de Libby, Mallory Hunter, una mujer bien vestida, de modales modestos y una gran cicatriz que iba de su frente hacia abajo atravesando su ojo izquierdo. Mallory afirmó que no había visto a su hija en años y que era la única familia que le quedaba. La detective le preguntó por qué Libby había intentado matarla y si aquella pelea ocurrió por el bebé que tuvo su hija, su nieta.

La señora Mallory les dijo que había tenido una niña de la que se responsabilizaba la Children's Aid Society.

Entonces el doctor recordó las palabras de Saxa y así se dio cuenta de que Mallory estaba mintiendo. Libby nunca la atacó. Mallory era una mujer de medios, por lo que la Children's Aid Society nunca le habría quitado a la niña de su cuidado a menos que pudieran demostrar que Libby era un peligro. De lo contrario, tanto Libby como la niña habrían sido responsabilidad de la señora Hunter, cosa que claramente ella no quería, puesto que como le había dicho Saxa: "no todas las mujeres nacieron para ser madres".

Mallory Hunter había fabricado una historia, le contó a la policía que su hija había tratado de matarla, lo que llevó a Libby a la locura y por eso había estado en Blackwell's Island, su propia madre la había convertido en el monstruo que era. Luego le preguntó si Libby sabía dónde estaba la niña, a lo que la señora respondió que jamás le había dicho nada sobre ella y fue a buscar los papeles del orfanato.

Paper cagesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora