𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚍𝚎 𝙴𝚜𝚝𝚘𝚌𝚘𝚕𝚖𝚘; Trastorno psicólogico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con...
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El viento soplaba y hacia un sonido demasiado tétrico para las chicas cautivas en esa vieja fábrica abandonada.
— Ya casi, tu puedes— alentó una de las chicas a Malia. Esta chica había estado intentando soltar sus manos.
Sus muñecas ardían.
Pero casi estaba libre.
— Dios, ¿que fue eso?— jadeo Lia al escuchar unos pasos, dejó su labor en intentó poner su atención en los pasos lentos pero decididos que se dirigían exactamente a donde estaban.— Por favor, no les hagas nada, por favor— empezó a implorar mientras lágrimas desesperadas empezaban a resbalarse por sus mejillas.
Sin embargo se detuvo cuando vió a otra persona, no era Kevin, era un hombre mayor que las miraba a todas con expresión sería.
Las chicas que estaban atadas observaron sobre la mesa. El hombre vestía lo que parecía un impermeable negro y tenía la capucha puesta solo dejando ver una parte de su rostro.
— ¡Ayudenos, señor!— pidió Malia totalmente desesperada, el hombre pasó una barrita de metal sobre las cadenas que apresaban a las chicas y la rompió, liberandolas.
— Sueltenla— ordenó con voz ronca, señalando a Lia. Ñ— ¡rápido!— gritó cuando unos gruñidos comenzaron a escucharse.
La bestia había llegado, y todos corrían peligro, se escondió totalmente iracundo cuando vio a las chicas libres ¿que demonios pasaba?
Malia masajeo suavemente sus muñecas lastimadas para después ponerse a un lado del hombre que las había liberado, sin embargo él se movió ligeramente frente a ella.
Las demás se pusieron detrás de Malia, buscando protección, y es que la pelinegra tenía un aura maternal y protector que era casi imposible no recurrir a ella en esa situación de peligro.
— ¿Donde está?— murmuro Malia, buscando a Kevin, pero no lográndolo por la espesa oscuridad que predominaba en el sitio.
— Ahí— el hombre levanto su mano para señalar el techo, la bestia colgaba de las lámparas inservibles y gateaba sobre sus cabezas.— Ve con ellas a un lugar seguro— indicó mirando sobre su hombro a la mayor del grupo, ella asintió.
La bestia cayó de pie de nuevo sobre el suelo y justo cuando Malia y las demás chicas habían dado un paso hacia atrás él les lanzó una mesa, siendo atrapada al vuelo por David Dunn, el hombre que las estaba rescatando.
