Conociendo a la Familia Madrigal (Parte 1)

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Beatriz se asustó. Hace unos minutos estaba muy concentrada leyendo uno de sus libros favoritos, cuando sintió que alguien le tiraba del brazo. Sin ver quien era, Bea instintivamente lo golpeó con su libro, tirándolo al suelo. Escuchó sonidos de dolor y se fijó bien en la persona. Parecia ser un joven de su edad de tez marron clara, ojos verdes y cabello castaño rizado, vestía un poncho amarillo y unos pantalones negros.

Con mucha verguenza, Bea pidio disculpas con una voz inaudible, cuando sucedió algo que casí le hizo saltar del susto, ya que aquel joven ya no era un chico, ahora tenía la apariencia de una señora con un vestido amarillo y el cabello tomado en una trenza. Una décima de segundo después, antes de que Bea pudiera decir cualquier cosa, él cambió de nuevo tomando diferentes formas continuamente.

En un momento el joven pareció estabilizarse y regresar a su forma original. Bea estaba muy confundida, solo atinó a decir unas cuantas palabras:

–Que... co-como... tú-tú eras... y ahora-a tú...– tartamudeó

–Perdón, el golpe me tomó desprevenido– le contestó, pero al ver la expresión en su cara se dió cuenta de algo. – Oye, no recuerdo haberte visto antes, ¿eres nueva o algo así?

Bea, con mucha timidez, alcanzó a decir un sí.

–Vaya, hace mucho que no llegaba gente nueva al pueblo–hizo una reverencia y se presentó.– Soy Camilo Madrigal, de la familia Madrigal.

–Yo... soy Beatriz Rosas, o solo Bea

–Todo un gusto Bea.

Bea se armó de valor y preguntó: ¿co-cómo hiciste eso antes?

–¿Que, esto?– le respondió cambiando nuevamente de forma, ahora viéndose igual a ella.–Todos en mi familia tienen poderes mágicos.

Bea quedó muy confundida, no lograba procesar lo que creía haber escuchado.

–¿Ma-magia?

–Así es, como puedes ver yo cambio de forma.

Bea quedó atónita, se dió cuenta que esto no era un sueño, y una gran alegría invadió su mente. Ella siempre había querido que la magia existiese, y en ese mismo momento estaba frente a una persona que podía usarla.

Camilo sonrió al ver la cara de estupor de Bea y le ofreció su mano.

–¿Quieres que te presente al resto de mi familia?

Bea aceptó, queriendo saber más de la magia que iba a conocer.

Camilo le tomó de la mano y la llevó corriendo hacia un campo, donde había una señora igual a la forma que había tomado Camilo anteriormente. Aquella mujer estaba llorando a mares, y de alguna manera parecía que el clima estaba siendo afectado por ella, ya que había una gran nube de lluvia sobre las cosechas

Camilo la saludó y se la presentó a Bea.

– Ella es mi mamá, Pepa, puede controlar el clima, o por lo menos su estado de ánimo puede hacerlo.

Bea saludó tímidamente a la señora Pepa, pero no quiso molestarla mucho más, así que se alejó un poco. Camilo luego la guió hacía una plaza donde había una mujer dando comida a unas personas.

–Oye, tía Julieta– llamó.

–Hola Camilo–le dijo la tía, al ver su cara le preguntó preocupada.–¿Qué te pasó en la cara?

–No fue nada, solo un pequeño golpe.

Julieta tomó un pequeño pastelillo de su bolsillo y se lo metió a la boca de Camilo, sorprendentemente la marca del golpe en su rostro desapareció.

En ese momento Julieta vió a Bea y le preguntó si necesitaba algo.

–No gracias–le contestó.

–Ella y su familia son nuevos– explicó Camilo aún con el pastel en la boca.

–Claro, creí escuchar sobre eso – luego se volteó hacia Bea y le dijo: es un gustó conocerte, vamos a organizar un almuerzo de bienvenida, puedes avisarle a tus padres.

Bea dió gracias y le aseguró que irían.

En eso Camilo vió a una joven con un gran moño rojo en la cabeza acercándose a ellos, y arrastró a Bea hacia ella.

–Bea, ella es mi hermana mayor Dolores.

Dolores se acercó y la saludó diciendo:

–Hola soy Dolores, te llamas Beatriz, tu y tu familia son nuevos en la aldea, no te gusta que te pongan mucha atención y te encanta leer.

Bea quedó muy confundida, y tímidamente le preguntó:

–¿Co-como sabes eso?

–Mi don es tener un super oído– le contestó.

–Genial–admiró Bea.

En ese momento Dolores pareció escuchar algo y se despidió.

–Debo irme, la señora Paula perdió su aguja en el pajar otra vez.

Y se fué.

Camilo sonrió al ver la cara de asombro de Bea, y tomándola nuevamente de la mano la llevó corriendo hacía una gran casa que había en el monte.

–Ella es casita–dijo Camilo señalandola.

Nueva en Encanto (Probablemente cambie el nombre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora