Prólogo

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El cielo estaba triste, eso suelen decir cuando grandes nubes grises cubrían el cielo y enormes gotas de agua mojaban el suelo, el cielo llora. Aunque muchos no lo crean y solamente piensen a que se deba mal clima.

La lluvia solía significar tristeza, penas ahogadas, anhelo perdidos, pero también significa liberación. Puede que nadie llegue a comprender eso, pero en esa tarde nublada con grandes gotas mojando su cara se sintió libre, sin temor a la muerte que respiraba cerca suyo y le hablaba como si fuera un amigo de toda la vida.

Por primera vez en mucho tiempo, se permitió derramar lágrimas, así como aquel día que dejo derramarlas, en un día lluvioso. Finalmente podrá descansar, ojalá le hubiera encantado decir que no tenía ningún arrepentimiento, pero no era así. Estaba lleno de ellos, no pudo cumplir su misión después de todo, no pudo salvarlos a todos. Se perdió en el limbo cuando el hilo de emociones se cortó, perdió a muchos durante este trayecto y muchos sufrieron, aquel sufrimiento que convirtió en suyo para protegerlos. El fue el pilar para esas personas.

Pero apesar de esos arrepentimientos ¿Está bien ser egoísta? ¿Está bien querer descansar de este viaje que parecía ser interminable. Comenzó esto solo, así que no le sorprende tener que morir solo.

Lágrimas bajaron por su rostro mientras recordaba, recordaba sus momentos más felices. Sus amigos de la secundaria, la pandilla que amo, la pandilla que reconstruyó para proteger y ser ese escudo para los inocentes. Los pequeños momentos, los que marcaron su vida, rió y lloró tantas veces, suponía que así se sentía vivir.

Soltó un suspiro pesado mientras un hilo de sangre bajaba por sus labios - Así que... Estos son mis últimos recuerdos... Con mi familia - Ojalá los pueda ver en el otro lado, si es que existe. A todas esas personas que no pudo proteger, que se escaparon debido a sus alas degastadas - Nos veremos pronto.... -

Escucho un grito a lo lejos, pero no pudo saber de quién era. Solo sintió como unos brazos lo sostenían con demasiada fuerza, suplicando que se quedará. El olor a chocolate y menta le invadió, este olor. Sonrió dulcemente tratando de alzar su mano para tocar su rostro, tanteó y noto que estaban mojadas por la lluvia.

Después de todo este es el adiós, no más viajes en el tiempo. No más dolor, no más muertes. Se apoyó en el pecho contrario, sus ojos pesaban, quería inhalar su olor aunque sea por última vez. Sin aguantar más su cuerpo cayó, sin siquiera saber si había dicho sus últimas palabras.

Era irónico, era tal como aquella noche hace doce años. Solo que esta vez uno se fue y esta vez será para siempre.

La noche se llenó de aullidos llenos de dolor, una manada había perdido su líder. Era lo que decían los rumores, aquella tarde lluviosa la ciudad se mantuvo en silencio, el aullido era tan desgarrador que nadie se atrevía a comentar. Incluso los que eran ajenos pudieron sentir aquella tristeza y aquel dolor.

Hace doce años una despedida provocó un pequeño aullido, y ahora un adiós provocó un canto de dolor.

El Dragón Sin oriente (El Dragón del Mar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora