Capitulo 2

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CAPÍTULO II

Alexander regresaba a Chicago, después de haber vivido cinco años en Escocia. Había pasado por momentos sumamente difíciles y muy tristes.
Primero, la muerte de sus padres; posteriormente, la de su única hermana, Amber, y la de su cuñado, dejando a su único sobrino, Cedric, huérfano. 
La tía Alice había decidido regresar a Chicago, a la mansión que se encontraba en Lakewood. Alexander tuvo que esperar un año para reunirse con ellos, tenía múltiples responsabilidades laborales.
Gracias a su gran amigo y asistente Adrien Durand, pudo acelerar sus compromisos y pendientes antes de tiempo. Iba en el coche, camino a Lakewood, viendo los magníficos paisajes, recordando los hermosos momentos que vivió junto a sus padres y a su hermana, cuando el portal de rosas lo sacó de sus ensoñaciones. Una agria sonrisa se dibujó en sus labios; pero al mirar dos siluetas que le esperaban afuera de las grandes puertas de la mansión, su sonrisa cambió.
Alexander sintió, por un momento, que no alcanzaría llegar a tiempo para estar con su pequeña familia. Era lo único que le quedaba, sentía temor de volver a pasar otro año solo, sin la compañía de su familia (que a pesar de estar compuesta solo por su tía y por su sobrino, era lo que más disfrutaba).
Al bajarse del coche, un pequeño rubio igual a él, corrió a sus brazos. Él le alzó, dándole vueltas como en un carrusel. Cedric era como un hijo, su más preciado tesoro. El bello retoño de su amada hermana. En ese mismo instante, también le saltó encima Amore (la pequeña mascota de Alexander) para darle la bienvenida.
Luego, abrazó a su tía. Ya era una mujer mayor que padecía de varias dolencias, a causa de los años y enfermedades. Y eso no pasaba desapercibido para el rubio, quien ya se hubiese casado con una buena mujer para agrandar la familia. Desgraciadamente, todas, solo, se fijaban en sus cuentas bancarias para llevar una vida cómoda, llena de lujos, haciendo a un lado sus sentimientos, la importancia de compartir los buenos y malos momentos.
─Hijo, por un momento, pensé que no llegarías a tiempo para pasar las fiestas navideñas, junto a nosotros, tu familia ─dijo la tía Alice, con un dejo de tristeza en su voz.
─Tía, yo también, pensé lo mismo por un momento. De no ser por la gran ayuda de Adrien, no estaría aquí junto a ustedes. Ya ves, pasaremos el día de Acción de Gracias juntos.
─Sí, qué alegría, tío. Así podemos ir al pueblo de Lakewood a comprar nuestro árbol de Navidad y ¡adornarlo! ─exclamó, emocionado, el pequeño Cedric.
─Claro, campeón. Entonces, tendremos que ir hoy mismo. Mañana será la cena de Acción de Gracias.
─Hijo, pero acabas de llegar y has de estar cansado como para salir al pueblo.
─Tía, mientras sea algo que desee mi sobrino, nunca estaré cansado para él. Así que no se diga más, voy a tomar una ducha. Saldremos a comprar ese árbol de Navidad.
Después de una hora, Alexander, el pequeño Cedric y Amore partían rumbo al pueblo de Lakewood.

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