Soy una persona ocupada. Miles de libros se amontonan a mi alrededor, como si fueran a deborarme, por lo que mi laptop sobre la mesa parece un refulgente escudo, con el que me protejo de la desazón de ver que aún me queda mucho para terminar.
Mi hogar es pequeño y ruidoso, por lo que convertí la cafetería bajo mi departamento en mi lugar de trabajo. Su aroma y su paz eran un regalo para el ensordecedor ruido de una ciudad llena y alborotada por el trafico.
Escogí la mesa que sería mi soporte hace algo más de un año. Tenía la luz perfecta; daba su luminosidad como si también deseara leer mis escritos, el sonido de la vitrola antigua era envolvente y preciso; estaba repleta de temas relajantes y que invitan a la más profunda de las concentraciones, y el silencio de todos los clientes imbuidos por el ambiente perfecto, era la culminación del mejor lugar descubierto.
Acompañaba mis arduas labores con el café más negro e intenso, esa mezcla que despierta la mente y agita el corazón para irrigar con mayor energía.
Pero, también llegaba otra cosa. Siempre lo hacía.
Una amable camarera me ofrecía café con chocolate, con su sabor amargo y dulce, al igual que el amor no correspondido. Me veía a lo lejos, lo dejaba sobre la mesa diciendo "cortesía de la casa" y se marchaba en silencio. Nunca alcanzaba a esbozar ni media palabra para agradecer su gesto continuo y cotidiano.
Lo hizo una costumbre. Y eso empezó a interesarme, aunque la carga laboral me impedía tomarle peso o meditar más allá de la sorpresa acostumbrada.
Sin embargo, hoy deseo saber más. Por lo menos para conocer cuánto adeudo por el brebaje caliente que me acompañó hasta el final de mi jornada.
- Buenos días, iré a la mesa de siempre. Gracias- digo entregándole una sonrisa al encargado, que ya me conoce y en silencio prepara el café negro, que pagué por adelantado.
- No hay libros hoy, eso es un agrado- me dice, mientras extiende la pequeña taza hasta el borde, del oscuro líquido deseado, en mi mesa.
No está la camarera. Ni parecía haberlo estado nunca. Hice una mueca algo confundida ¿y si el exceso de trabajo me hizo alucinar con cada taza de ese dulce aroma, cargado de emociones?
-Si, he acabado antes de lo pensado. Muchas gracias- Respondo tarde, saliendo del trance de los pensamientos que me invadieron súbitamente.
Algo resignado, pongo mi vista en la taza. Ya no estoy concentrado en los pedidos, estudios y planificaciones. Solo es el reflejo de mi cara, difuminado por el agua. Me quedo un rato contemplando aquello, como si se tratara de un abismo desconocido, hasta que siento movimiento en la distancia.
Con sobresalto veo como una figura extraña se sienta con delicadeza en la silla vacía frente a mí. Era ella. Con una mirada amable, de la que no pude escapar nunca más, me regaló una sonrisa y el mejor de los deseos.
- Siempre te veía atareado en la esquina, sin poder levantar la cabeza. Espero hayan servido los ánimos en forma de incentivos. Eres bastante curioso y siempre te veo ensimismado por tus deberes... pero si quisieras, podríamos ser amigos: conversar o distraernos un rato-. Tocó mi mano con nerviosismo y mantuve el silencio. Me sentí como un niño intimidado por una avalancha de emociones confusas: Era amargo, por cuanto no sentía lo que veía en sus ojos, pero también era dulce, por su buena intención, que en lo más profundo, tocó a un seco y cansado corazón como el mío.
Le agradecí seriamente, pero traté de aligerar un poco el ambiente, bromeando con la cuenta que quizás adeudo por su causa. Pareció comprender y se levantó en silencio, separando sus dedos de los míos y entregando un gesto imperceptible.
Algo en mí detiene el querer preguntar por qué lo hizo. Tal vez no sea bueno revolcarse en algo que solo fueron amables intentos de apoyo silencioso. Sin embargo puede que vuelva mañana, y pasado, y en los meses siguientes.
¿Quién sabe? Si una persona puede expresar tanto sin palabras, tal vez debería retribuir aquello de alguna manera y dejar que las cosas fluyan en la dirección que quieran.
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Salvadores Sencillos
Non-FictionEn esta pequeña obra contaré historias simples, de personas que pasan por esta vida alumbrando a los abatidos, haciendo el bien y buscando la paz. Si quieres volver a tener un poco de fe en la humanidad, lee si gustas. Estos anónimos seres humanos...