Prólogo

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Evangeline Schalter, princesa de Cloma, Luz de todo el Imperio.

Hija del honorable príncipe Alexei, consejero de la emperatriz, líder de los ejércitos y primer juez de Thabhry; y de su alteza real, la princesa Valeria, principal fiscal y defensora del pueblo. 

Desde pequeña supe que la unión de mis padres no era por amor, por lo que aquel sentimiento no era algo común en mí, ellos habían contraído matrimonio por el simple hecho de hacerse compañía mutua y no pasar solos el resto de sus largas vidas.

Siempre fui el orgullo de mi padre, quién siempre busco dedicarme todo su tiempo libre; al igual que mi madre, la diferencia, es que él siempre estuvo presente y se preocupaba por mí hasta en los mínimos detalles, mi madre simplemente me daba lo necesario, si se podía llamar así; y no la culpo, siempre parecía incómoda como si algo estuviera fuera del lugar.

¿Mi edad? 

No la recuerdo, perdí la cuenta.

Sólo sé que soy mayor que Frederick y menor que Darek, aunque siempre me hice cargo de protegerlos a ambos, sobre todo al último, desde que tengo memoria he intercedido por él y lo he sacado de muchísimos líos.

Como él que tenía lugar ahora.

— ¡Cállate insolente! — grité sin más paciencia a Georgia, la hija del duque de New Mont,la tercera provincia más importante de Cloma, una chica de cabello rubio platinado y ojos castaños claros, bastante pretenciosa que no ocultaba sus intenciones de ir tras Darek y convertirse en reina de Cloma.

— ¡No me grites ,Evangeline! Te crees tan superior, tan fuerte, pero no eres absolutamente nada. — dijo aquella chica que en mi opinión no tenía deseos de seguir respirando, sí seguía así, yo misma le haría el favor y terminaría con todo.

—Al contrario, yo no me creo, soy superior y mucho más fuerte que tú en todos los sentidos posibles, un mechón de mi cabello vale más que las vidas de todos tus familiares y descendientes por las próximas diez generaciones. Además, no te he dado el permiso de tutearme, ni siquiera bajo los efectos en que el vino te ha dejado. — Aquella insufrible persona frente a mí tenía un subidón de ego, porque durante una pequeña fiesta, un Darek ebrio la besó y desde ahí ella estaba convencida de que él le daría su amor eterno; y desde ese día mi primo no había hecho más que evitarla, pero la muchacha no parecía captar las señales y su obsesión ya la había hecho caer en la desesperación y garras del alcohol.

— Tú lo haces, sí tú me tuteas, ¿por qué no habría yo de hacer lo mismo? ¿No te gusta acaso recibir lo que das y mereces?

— Estás sobrepasándote. Me considero una persona bastante justa y doy a todos lo que se han ganado, y déjame decirte algo Georgia; tú no mereces nada en absoluto, ni siquiera mi tiempo. — exclamé a punto de dar la vuelta y dejar que Darek hiciera algo sólo por una vez en su vida.

Pero fui interrumpida por la rubia. —Olvidaste tu reverencia, Evangeline, deberías respetar un poco a tu futura reina. —eso fue suficiente para llegar a mi límite.

— ¡¿Quién te crees para ponerte a mí mismo nivel?! Sólo los miembros de la realeza podemos recibir reverencia alguna, con la excepción de algunas personas que se han ganado nuestro debido respeto, y créeme que no estás en esa lista, no soy cualquier persona, ¡frente a ti tienes a una princesa! — dije harta de ella, no lo negaría, entendía a Darek, era una chica hermosa, incluso era considerada como una de las nobles más atractivas de toda la corte, pero su actitud la hacía totalmente insoportable.

— Y usted a la futura reina de Cloma.— insistió con sus boberías y sueños sin fundamento.

— Pues muéstreme su corona majestad, porque no la veo, ¿es acaso invisible? — dije en aquel tono sarcástico que acostumbraba a usar con gente hostil, donde mi sonrisa digna de retrato se iba, para convertirse en una mueca burlona que marcaba el inicio de la pesadilla de esta chica. Tomé la corona de mi cabeza y se la enseñé. -Te muestro la mía, está hecha de oro y zafiros azules; cuesta más que toda la herencia que poseerás algún día. Como sabes estoy a favor de la creación de fundaciones y de la caridad en sí, así que te la regalo, la necesitas más que yo, porque a mí me sobran y esto... — dije poniendo la tiara en su mano — es lo más cercano que adquirirás de un miembro de la realeza, algo en lo que nunca te convertirás.

— Eres una...— iba a darme una cachetada, pero yo detuve su mano en el aire.

—Agradece que no estoy de mal humor y que tu vida no es más que un chiste y entretenimiento para mí, sólo te dejo vivir porque me sorprende hasta dónde puede llegar tu falta de cerebro y me da curiosidad conocer el límite de tu estupidez, si es que tienes uno. Si tu mano hubiera rozado mi mejilla, te aseguro que la emperatriz se encargaría de ahogarte hasta la muerte en persona, tal vez algún día le comente este encuentro, ya sabes, en alguna cena familiar, confía en que me sentaré en primera fila para presenciar tu fin, sinceramente ese día estaré más feliz que nunca de haberme deshecho de ti, pequeña plaga.—Ella estaba molesta, pero sabía que todas las palabras que salieron de mi boca eran ciertas, y que yo tenía suficiente poder para cumplir mi amenaza con sólo mover unos hilos. —Y hazte un favor... quiérete un poco, querida. — aconsejé antes de retirarme mientras ella se mordía la lengua para no terminar en su tumba.

Sabía que no se detendría, era una serpiente ambiciosa, pero sin gran capacidad de pensar, no sería un problema para mí, por el momento lo que había hecho era suficiente.





El establecimiento de la princesa- Una historia corta de Promesas sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora