Capítulo #2

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— Evie...—se acercó Darek, con voz suplicante. — Tenías razón, estoy siendo un tonto, tú siempre me has apoyado y yo no te apoyé de la forma debida, lamento haber querido aprovecharme del único paso en falso que has dado. — vi en su rostro el verdadero arrepentimiento incluido a su disculpa, sabía que en él era muy raro pedir perdón, y supe que era real su pena porque Darek era terrible fingiendo sus sentimientos.

¿Qué lo había llevado a esa situación que él varias veces había catalogado como humillante y que no usaría ni como medida extrema?

Bastante simple, habíamos mantenido distancia y habíamos llegado a ignorarnos por cuatro años, un tiempo que para muchos parecería exagerado; pero nosotros sabíamos que tendríamos vidas largas sino eran eternas, por lo que no equivaldría a mucho tiempo, casi como si hubiéramos peleado sólo por un par de meses, pero él venía, porque sin mí se había metido en aprietos con la Emperatriz y sí yo no intercedía, la situación podría empeorar.

— ¿Y ahora qué hiciste? — pregunté porque era obvio que sólo acudía porque necesitaba ayuda.

— Nada... ¿por qué crees eso?

— Simplemente no soy boba, anda, confiesa. — insté yo.

— Está bien. — admitió sentándose frente a mí. — Me he acostado con Elizabeth. 

— ¿Cómo te atreves?¡gran imbécil! — bramé frente a su rostro.  Fred está coladito por ella, ¡ha de estar furioso!

— No dudes eso. — dijo mirando al piso.

— ¿Qué ha pasado? — indagué.

— Posiblemente peleamos, yo casi lo ahogo, él me mandó literalmente a volar, y tuvo que llegar el Duque Finnegan a separarnos.

— ¡Gracias a Dios que respetan a ese hombre, y que justo él estaba pasando por ahí! — exclamé aliviada.

—Ni que lo digas. —comentó. — Nos dio un largo sermón y prometió no comentarle nada a mi madre, ese hombre es como un tío para nosotros, no pudimos hacer más que separarnos y seguir por nuestro camino.

— Gracias al cielo que se detuvieron, pero ¿todo eso por Elizabeth? Tú y Fred casi no discuten, es tu hermano, ¿Cómo pueden haber llegado a pelear por una mujer?¡es ridículo! ¡Sobre todo porque es esa!

Sí, yo odiaba a Elizabeth, siempre me había parecido insoportable con su cara de mosquita muerta.

Recordaba bien como sí hubiera sido ayer, el día en que llegó de la mano de su madre; era importante para mi tía, ya que era familiar de su mejor amigo, ya fallecido, incluso ella creía que su alma residía en aquella chica.

No tuve problemas con ella, hasta que un día encontré mi arco favorito roto; después de algunas investigaciones todo apuntó a ella, y Fred la cubrió echándose la culpa; más yo sabía que ella era responsable por eso, incluso había testigos; pero aun así Fred insistió en que era su culpa, y yo estaba furiosa, ni siquiera supe si causo el daño de manera intencional o accidental, desde ese día no podía decirle nada a la rubia, porque inmediatamente el ojigris saltaba en su defensa, así fue como poco a poco nuestra amistad fue rompiéndose; el cariño familiar seguía ahí, pero aquel obstáculo cuyo nombre empezaba por "E" y terminaba en "Lizabeth" mandó todo abajo; siempre ponía a Fred en mi contra y lo manipulaba a su antojo.

Y esta situación sólo empeoraría todo, porque a pesar de no llevarse tanto conmigo, él y Darek eran muy unidos, y ahora hasta eso había destruido la muchacha esa.

—¡Emmerald! —llamé a mi criada.

— Mi princesa. — saludó con una reverencia en espera de la orden.

El establecimiento de la princesa- Una historia corta de Promesas sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora