1. La profundidad de conocerse.

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Recorriendo el camino a casa, el silencio empieza a apoderarse de todo el auto monótono.

Apoyo mi cabeza en la ventanilla polarizada a la vez que acomodo bien mi cuerpo en el asiento amplio que hace juego con el resto del interior.

Por alguna razón regreso mi mirada confundida a la chica pelinegra sentada en el puesto de conductor; su aura suele ser relajada, sin embargo, cada musculo de su cuerpo parece estar tenso, además que no gesticula ni una palabra.

Esto me hace pensar; ¿Qué tiene de trasfondo estas acciones?

Pudieran ser ideas ridículas en mi cabeza... O tal vez no.

Si ella tiene la confianza en mí, lo dirá.

Suspiro ruidosamente regresando la mirada al frente y me cruzo de brazos.

— Si ese suspiro es por Nils – llama mi atención -, estas muy perdida querida. Siéndote muy sincera – aleja una mano del volante para apuntarme con el dedo -, será algo muy difícil estar con él...

— No es...

— No digas nada querida. Te encanta – suspira -, a todas nos encanta.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, creando una atmósfera pesada.

Mi intento de reprochar falló, ya estábamos fuera de casa y sería imposible entablar una conversación ahorita para que Alejandra quiera ignorar todo.

Agarro la manija del auto sin antes despedirme de la pelinegra y salir cuidadosamente de la gran altura que mantiene el auto costoso.

Mas bien mi tentativa de salir cuidadosamente fue dar una zancada a la acera fría.

Pase un lado de la maleta por encima de mi cabeza, posándola en mi hombro izquierdo para seguir por la acera que guiaba a la entrada, donde a sus alrededores la grama policroma resaltaba mucho más, así adornando las afueras blancas y llevando consigo el aroma de las rosas blancas que terminaban por florecer.

Toco el timbre y sin esperar ni unos segundos la puerta se abre; un chillido ahogado dentro de casa capta inmediatamente mi atención...

Mamá está sentada en la esquina derecha del recibidor; se encuentra tiritando, al parecer también desconcertada.

Doy paso cerrando detrás mío la puerta café, dejando consigo la maleta a un lado.

No logro captar la atención de la pelirroja hasta que la llamo...

— ¿Que tal te fue? – pregunta sosteniendo firme su mirada, limpiando disimuladamente con el reverso de su palma, el rastro de sus lágrimas.

Siempre ha sido tan dura conmigo y sin querer demostrar su debilidad.

— Bien – contesté confundida. Nunca se da la dichosa gana de preguntar sobre mi vida y quiere empezar con esto...

Venus, hija, necesito hablar contigo – hace un intento por levantarse, para al final terminar ayudándola.

— ¿Mamá? ¿Está todo bien?

Sigue manteniendo su mirada en alto, sin excepcionar que tiembla demasiado, haciéndome fijar como sus ojos manchados de su rímel caro, están listos para soltar lágrimas de nuevo.

Esto esta llegando a confundirme y a abrumarme.

Definitivamente el algoritmo del universo no está a favor de los que quiero.

¿A favor?

Es muy claro que la pelirroja está llegando a un punto donde al parecer quiere empezar de nuevo.

Eternamente Azul [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora