Prólogo

232 21 1
                                    

1957

El infante de unos seis años de edad jugaba tranquilamente a perseguir las hojas que el viento se llevaba, jamás yéndose tan lejos ya que no le permitían. No era su hogar como para poder irse a lo largo de su patio, o correr fingiendo ser un avión por su gran comedor. No, al menos no hasta un mes.

Estaban con su padre, madre y hermana mayor en una cabaña en el campo que habían comprado sus tíos especialmente para pasar la navidad en familia. Todos tenían aquella buena costumbre de reunirse los días festivos, incluso llevándose terriblemente, la religión provocaba que los lazos continuaran resistentes, aún si no estaban de acuerdo.

Mientras el niño continuaba persiguiendo las hojas con sus cortas y pálidas piernitas, también intentaba que uno de los tirantes no se deslizara por su hombro. No quería a su madre regañándolo y diciéndole que no lo dejaría jugar más por estar hecho un desastre.

Sus pasos se detuvieron de golpe ante un ruido que provino de lo profundo del bosque que se encontraba a unos centímetros del patio en donde él está. El pequeño Joaquín observa a su alrededor con una expresión confundida y con sus colmillitos mordiendo su labio inferior.

¿Qué fue eso?

Un nuevo sonido vuelve a hacerse presente: Pisadas sobre las hojas que caen de los viejos y altos árboles, y le parece ver a alguien estar escondido detrás del tronco de uno. El ceño del infante se frunció.

—¿Hola? —Preguntó con voz curiosa e infantil. —¿Hay alguien allí? —

Luego de aquella pregunta se sobresalta un poco al notar como una gran y pálida mano con muchos anillos de oro se presenta, apoyándose sobre el tronco, en un lugar visible para el pequeño.

Decidió armarse de valor mientras forma puños con sus pequeñas manos, dando dos pasos hacia adelante, pero volviendo a retroceder al notar la mano ajena reafirmar el agarre en el tronco.

—¡No me estás asustando para nada! —Intenta ser valiente a pesar de sus ojos llenándose de lágrimas lentamente y su voz temblequeando. —

¡Ni un poquito, así bien chiquito, me asustas! Oh. —Rápidamente se retracta al ver que la mano vuelve a esconderse detrás del tronco.

¡Se ha asustado!

Es una persona muy curiosa, pero mientras aferra sus manos a su pecho y oye los acelerados latidos de su corazón, no está realmente seguro si debería avanzar o retroceder.

—Lo siento. ¿Yo te asusté? —Da un pequeño paso, viendo la mano volver, pero solo un poco. —Yo no quise. ¿Eres tímido? No te procupes, yo soy ami-amigable. —Dice en voz alta el niño con toda la inocencia del mundo, aún un poquito asustado.

Pues claro: Él no tiene idea que su futuro se oculta allí detrás.

Mordiendo su labio inferior de manera insegura se acerca a pequeños pasos, pero antes de llegar al tronco sus padres lo llaman y solo alcanza a ver a una alta figura oculta en las sombras, y un rostro literalmente borroso.

Aterrado a más no poder, simplemente giró sobre sus talones y corrió sin mirar atrás hasta estar dentro de la casa, según él: A salvo.

Y no vuelve a salir, ni siquiera quiere ver los copitos caer del precioso cielo por la ventana, incluso si todos sus primos están fuera, jugando en la nieve. No quiere saber nada más del exterior, y tampoco quiere volver a estar solo.

Aunque últimamente se siente muy observado.

Muy.

Dancing Whit The Devil- Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora