5. Hackeame esta.

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Quinto paso importante de qué no hacer si un weón/weona te ghostea:

5. Entrar a la casa de una mafia.

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💍

Alexa

Oh. Por. Dios.

No me desmayé, yo estoy viva y coliando, pero el tipo en la silla no.

¿Mataron al tipo? ¿Son unos putos asesinos? ¿Si me ven me matarán a mi también?

Uno de ellos apaga las luces y no se escucha ningún ruido más. No puedo verles ni los ojos.

Saco mi celular, decidida a llamar a los pacos y ver si llegan para que se lleven a estos locos. Pero entonces...

—¡Alexa!

Pego un salto, sorprendida e intentando tranquilizarme.

Me giro con miedo, como si el diablo estuviera detrás mío. Pero sinceramente, la sonrisa de esa persona si que puede ser demoníaca cuando llega de la nada en un momento completamente tenso.

—¿Dash? —siento como si estuviera alucinando

—Dash Flash —corrige, ganándose a mi lado.

—¿Tú...? ¿Qué haces aquí? —balbuceo.

—Ya te dije que estoy en todas partes —sonríe. —Pero la pregunta es qué haces tú aquí, si esta es mi casa —ríe.

—¿Cómo que tu casa? —pregunto, completamente confusa.

—Y los de ahí dentro son de los míos, pero si te cuento un secreto, te diría que parece que no andan de tan buen humor —susurra, como algo confidencial.

—¿Y por qué? ¿El viejito pascuero los puso en la lista de niños malos? —ironizo.

—Yo estoy en la de los buenos —sonríe, mostrando sus dientes. —Pero es porque no le gustan los intrusos.

—Oh, qué pen... —pauso, analizando lo que dice. —¿Qué cosa no les gusta?

—Los intrusos, querida.

—¡AAAAAHHH! —grito, al ver la cara de el Zair aparecer de la nada desde la ventana por la que estaba espiando.

El Dash se ríe como un loco por mi reacción, pero yo solo tengo cabeza en salir corriendo de ahí antes que mi suerte sea la misma que la del tipo muerto.

Corro hacia el portón, escalando como un mono pero cuando ya salté y estoy apunto de prender rumbo hacia la vacía calle, aparecen los tipos locos asesinos para detenerme.

—Ni se atrevan a tocarme que no responderé, eh —los apunto con el dedo.

Ellos se miran entre sí, confusos. Hasta que uno se pega un silbido y todos sacan un arma para apuntarme.

Ay, Dios.

—No me vengan con el cuento, todas son falsas —digo.

—¿Quieres probarlo? —pregunta uno, divertido.

Obviamente que no.

Tóxicos: por si un culiao te ghostea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora