Una mañana.

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No puedo describir la sensación que experimenté esa mañana fría de diciembre, el metro llegaba a la estación y como siempre, las personas abarrotaban el andén. Todos muy ocupados y con prisa por llegar a sus trabajos, a sus oficinas, pero yo en cambio apenas venía del mío. Tengo un pequeño bar-karaoke en el centro de la ciudad y por esa razón no me veo en la necesidad de casi matarme por subir a los vagones. Pero esta vez por alguna razón espere al siguiente tren, de pronto note que un tumulto de gente se acercaba mucho a donde yo estaba; mejor caminé más al fondo del pasillo, las personas seguían llegando y todos golpeándose para entrar por las pequeñas puertas automáticas; es de esas pocas cosas que no son de mi agrado en la ciudad, así que decidí hacer tiempo para que todos ingresaran y yo al último pegada casi a la puerta que se cerró en frente de mí y el tren se puso en marcha. El túnel es bastante largo y entré en calor por toda la gente que viajaba conmigo. Me puse los audífonos inalámbricos que traía al cuello y me perdí en la música, las luces guía del túnel resplandecían en el cristal de la puerta. De pronto el tren comenzó a bajar la velocidad, la siguiente estación estaba cerca.

Me acomodé la gorra que traía puesta. Las puertas se abrieron y algunos salieron rápidamente pero lo noté, era un olor sutilmente fresco, dulce. Dirigí la mirada hacia la puerta y la ví, una chica de lentes rojos y cabello en un tono purpura obscuro entro al vagón, un escalofrío me recorrió desde la parte baja de la espalda y subió hasta llegar a la nuca. Algunas veces viajábamos juntas, ella por la manera en que siempre andaba vestida, era muy claro que, trabajaba en una oficina. Esa vez no había mucho espacio en el vagón así que ella se vio obligada a parase cerca mío y tomo el mismo tubo para sujetarse, no lo había notado antes; sus ojos eran azules, sus labios rosas y me perdí en todas esas sensaciones que surgían del interior de mi ser. Mi expresión debió de ser bastante obvia porque la hermosa chica que tenía delante mío ladeo la cabeza y por primera vez me dirigió la palabra:

— Oye, ¿estás bien? ¿Tienes algo? — me pregunto mientras se acomodaba los lentes con la muñeca de su mano libre.

— ¡Ah! No, no tengo nada… Pero gracias por preguntar… — sonreí un poco apenada mientras me quitaba uno de los audífonos, sentía que mis piernas se volvían de gelatina y el estómago me daba una vuelta entera.

— Uhm… está bien, si tú lo dices. – se volvió un poco indiferente, quizá daba por cerrada la conversación. ¡¡Eso no podía ser!! ”La primera vez que nota mí presencia y  no la puedo dejar ir así como así. Tengo que idear algo y rápido.” — pensé al tiempo que la miraba un poco de reojo.

— Disculpa, ¿me  puedes dar tu hora? — le pregunté un poco ansiosa y en medio de un trago de saliva que pasó como pudo entre la garganta.

— Si, son las 6:30 am… — dijo con los ojos abiertos de par en par por la pregunta que le hice, supongo que no lo esperaba.

— Oh ya, muchas gracias — le respondí abruptamente y medio trabada. Ella solo soltó una risita.

— ¿Vas tarde a algún lugar? ¿El trabajo o la escuela? — Me vio con una curiosidad de niña pequeña que no pude pasar por alto, quizá… solo quizá; no eso no podía ser posible. ¡¡Eso solo pasa en la televisión!!

— Yo… pues… no exactamente… solo voy a casa…  — Atiné a responder torpemente, las manos me sudaban en frio y el pasamano parecía un cilindro de hielo que me entumía los dedos segundo a segundo.

— Oh, ya veo, así que es eso…. — Dijo ella entre dientes y luego repuso — algunas veces, te he visto en el vagón, no me malinterpretes, no es que te acose ni nada por el estilo — sonrió un poco —  Solo que es bueno saber quién te rodea… por los acosadores y eso, ¿no lo crees? — la última parte de la oración me la dijo en un tono casi infantil, era extraño las piernas que antes eran de gelatina ahora se tensaban y me estremecía de pies a cabeza y cada poro de mi piel sensibilizada hasta el tuétano sentía más y más el frio y algo explotaba en la boca de mi estómago, subía por la garganta y me hacia sonreír de una forma estúpida que no podía evitar.
La sangre me bombeo hasta la cabeza y me puse tan o más roja como la blusa que llevaba puesta.

El amor no es a primera vista. (HIATUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora