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Cuando el mundo pareció caer frente a sus ojos, supo que era el verdadero dolor. El perder aun cuando era alguien valiente de los demás. Era un guerrero, sin querer ser. De un corazón lleno de una calidez que nadie puede comparar. Sin embargo, como cualquiera de quienes tocan el cielo con el borde de sus dedos, cayó en picada.

Siendo arrastrado por algo invisible, viendo como las nubes se alejan de su vista y como todo lo que él ya conocía como bueno, fracasaba. Extrañando todo cuando sus parpados caía, dejando que la oscuridad lo alcanzara.

—¡Oe Luffy!

Escuchando muy lejos de él, una voz que jamás conoció, ni un rostro al que podría visualizar, por mucho que lo llamara. Dejando que aquella sensación creciera en su pecho, y se convirtiera en algo más de él. Como un compañero, como aquel que no abandonaba su vida.

—¡Idiotaaa!

Tampoco parecía ser algo que podría Luffy querer recordar, porque con los cortos años que pesaban sobre sus hombros, era mucho más difícil saber cuando el tiempo podía detenerse en el camino que él ya había finalizado.

¿Qué venia ahora?

¿Qué ocurría con su vida? cuando todo lo que quiso fue completado.

Monkey D. Luffy, el rey pirata de la nueva era, aquel revoltoso chico que con aquel inusual poder logró colocar a muchos enemigos bajo sus pies. ¿Y qué más? Salvó islas e hizo muchas amistades.

Se sentó junto a aquel que creyó en su sueño, dejando que aquel sombrero de paja estuviera nuevamente en su mano. Aquel que, con una cicatriz en su ojo, dejó escapar una risa y lo abrazó con felicidad. Luego, se enfrentaron. Entre el Busoshoku haki de Luffy y la espada del pelirrojo, Shanks, se registró una victoria.

Entonces, ¿Qué más?

Luffy no lo comprendía, su sueño y el de su familia ya habían sido cumplidos, entonces, él solo podía observarlos mientras celebraban el final del ese viaje y el comienzo de otro. Los pudo notar alegres, escuchar la voz de Brook cantando en compañía de Usopp y Chopper; las voces suaves de Nami y Robin, mientras tomaban de un coctel en compañía a Sanji.

Cada uno, compartiendo. Cada uno, con una sonrisa que antes de conocerse no mantenían. Luego, estaba Zoro, con el sake a casi terminar, recostado el tronco de un árbol, dormido o lo que parecía estarlo.

Para Luffy. Zoro fue el comienzo de aquel viaje que se propuso, aquel que dijo solo tener en cuenta su sueño, terminó siendo el primero que no dudó en sostener el dolor de su cuerpo, porque pudo ignorar y no ser consciente en el pasado. Siendo que, al fin, pudo comprenderlo antes de caer en su inconsciencia.

—Oe, Luffy, ¿Qué piensas?

—Zoro~ Ahora eres el espadachín más fuerte del mundo. ¿Qué harás?

—Es raro que lo preguntes... —Zoro se acomodó contra el árbol mientras observaba a Luffy con su único ojo—. ¿Qué harás tú, capitán? Recuerda, que prometí seguirlo.

—Deberías tener tu propio camino ¡Ahhh...! Buscar más aventura será lo más adecuado

Luffy dejó escapar su risa sin ser tan escandalosa, observando lo que el cielo hablaba de las estrellas y de lo que se escondían en ellas. Con tan solo pensar ello, una pequeña imagen de sus hermanos lo hizo suspirar.

—Entonces, serán más aventuras —confirmó Zoro con una leve sonrisa, terminado lo que queda del sake.

Luffy continuó en silencio sobre el césped, comiendo cuando dejaba de estar distraído y sustentado las preguntas que de manera desordenada se hacía, mientras aquel sonido del mar llegaba a adormecerlo. Podía escuchar las voces de los reyes marinos queriendo consolarlo, quizás... esa era la manera.

Chico muguiwara, se acabó.

Lo sé, lo sé... —respondió con pesar. 

la despedida del mar ᵒⁿᵉ ᵖⁱᵉᶜᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora