Abandono.

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Aclaremos algo:

Al marcharnos de la vida de alguien debemos quemar, matar, ahogar, asfixiar, suicidar y finalmente hacer un pacto de olvido con todos aquellos recuerdos que nos aten a esa persona, solo así lograremos salir por su puerta y respirar otro aire, otra vida, otro oxígeno. Pero tan solo tú eliges que camino tomar, hacía donde transitar, en que forma quererte herir con cosas que un día te hicieron feliz, pero que hoy día tan sólo te afligen y te llenan de motivos para tener que llorar encerrada en tu cuarto, sin el apoyo de un alguien, sin el afecto moral de otro humano.

Las decepciones y los rompimientos amorosos deberían tener una fecha límite de vencimiento, básicamente una advertencia antes de acceder a dicho amor, donde ya estemos alerta a el día y el momento en que debamos irnos o ser abandonados, se evitaría tantas lágrimas y días de insomnio, visitas a sitios inadecuados, sentimientos inesperados.

Exijo ser advertida ante un abandono, no quiero herir para no ser herida, que sí me van a abandonar que no regresen, que se alejen de mi vista, que no vuelvan, que se marchen, que se percaten de desaparecer por completo de mi vida. Porque sólo así mi corazón y todo lo mío estaría en paz al saber que entregué lo que debía, que besé los labios que debía en el momento que un día pude, que visité con ansiedad a la persona que me hacía sonrojar, que todo mi ser se estremecía en un simple contacto con su mano y que finalmente nuestra chispa se disipó y fugazmente desapareció en lo poco que vivimos pero que con grandes fuerzas construimos.

Venga, devuélvame la vida que le entregué, devuélvame lo poco que con usted dejé, devuélvame lo que le regalé, devuélvame todo, sin excepciones, sin excusas, sin tantos rodeos porque al fin y al cabo debe ser vuelto lo que con usted yo viví.

Hoy sonrío, mañana no. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora