En el mundo sobrenatural, el cruce entre las razas de La Corte está prohibido.
El orden se ha mantenido por siglos y viven tan alejados del mundo humano como les es posible. Sin embargo, la codicia, la ambición humana terminará desatando un caos y...
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Mátala...
Envío otro arañazo, uno tras otro impactan en mi siguiente víctima arrancando así grandes trozos de su piel.
Mátala...
-Están malditos... Todos... -son sus últimas palabras hasta que mi puño en su rostro le calla y finalmente le arrebata la vida.
Maldita... Sí, estoy maldita. Ellos me maldijeron, ellos me engañaron... ¡Esto no era parte del trato!
-Sólo... Solamente quería ese dinero... Realmente lo necesitaba para mi familia... -sollocé, mientras acariciaba el rostro desfigurado del cadáver debajo de mí-. ¡¡PERO DECIDIERON CONVERTIRME EN ESTO!!
¡¡MÁTALA!!
Mis dos puños impactaron sobre el cráneo del cadáver, haciéndolo estallar. De un salto retrocedí y solamente reí con angustia.
-Yo no merecía esto... No lo merecía... Pero tú sí, asquerosa bruja, igual de maldita que yo.
Paz.
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-¿Esto es lo que querían? ¿¡EH!? ¿A UN MALDITO CONEJILLO DE INDIAS? -seguí gritándole a la nada.
De un movimiento rápido, llevé mi mano a mi nuca y justo ahí supe que me habían incrustado algo.
-Claro... Tenían que vigilar a sus creaciones, ¿No? PUES SE JODIERON.
Con mis garras atravesé la piel de mi nuca y arranqué el chip, destrozándolo inmediatamente.
Escupí y continué caminando como una vagabunda deambulando por ahí. No había dolor o quizá... Ya simplemente no lo sentía. En mi cabeza no habían más que voces ordenándome qué hacer y qué no. Gracias a eso... Ya había asesinado a más de 17 criaturas.
