Capítulo 5

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Ailati se acercaba a la abuela y a Kocoum, le sorprendió ver una mirada diferente en su rostro, mientras estaba con las mujeres

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Ailati se acercaba a la abuela y a Kocoum, le sorprendió ver una mirada diferente en su rostro, mientras estaba con las mujeres. Ella sabía que él al ser un guerrero debía mantener una apariencia dura y estricta. Lo había visto tantas veces detrás de una pantalla, que tenerlo tan cerca le causaba latidos acelerados y era obvio; ya que desde niña admiraba su forma sincera de amar a Pocahontas.

La abuela estaba muy feliz de ver a ambos jóvenes juntos, así que silenciosamente se retiró juntó a las demás mujeres. 

— ¿Por qué me mirabas así? — Es extraño que él me mirara de aquella forma, que le habrá dicho la abuela para que sus ojos sean tan expresivos. 

— ¿Por qué te separaste de mi lado? —Mujer pálida, tú eras muy extraña. No solo el jefe siente curiosidad por tu forma de expresarte, sino que las mujeres mayores y jóvenes quieren saber por tí. 

— No me fui tan lejos, el pequeño Tacoum jugar conmigo. —  Kocoum se acercó a ella quedando a solo un paso, inclinando la mirada hasta mirar aquellos ojos verdes. 

– Tengo por orden mantenerte vigilada. – 

– ¿Sigues pensando que causare algún daño  a tu gente? –

– Los tuyos vinieron a quitarnos lo que nos pertenece y a eliminarnos – 

Ailati concentró su visión al suelo, sabía que él junto a otros más desconfiaban de su presencia en la tribu. Se sentía inquieta e insegura, no podía encontrar el consuelo con sus padres. 

– ¡Auxilio! Los pálidos hirieron a Namonta – 

Podía escuchar los gritos de la familia, el guerrero tenía una herida de bala. Su pierna izquierda estaba sangrando y había que curar o se infectaria. Me mantuve al lado de Kocoum, entre dos hombres recostaron a Namonta en la cama, su respiración era irregular y el sudor de su frente estaba aumentando, claramente estaba teniendo fiebre. 

La madre de Namonta le acariaba para calmar su dolor, el jefe powhatan estaba a su costado dando compañía a la familia y el chamán, Kekata, movía sobre la pierna herida un caparazón de tortuga con semillas en su interior. 

– Esas bestias invaden nuestras playas y ahora esto... –

– Esta herida me resulta extraña. –

– Pelearemos contra el enemigo pero no podemos solos. –

– ¡Esperen! – Todos en la habitación se dieron la vuelta para mirarme – Sé cómo curar esa herida, eso que tiene en su pierna es una herida de bala. Puedo tratarlo rápido, en mi bolso tengo algunos suministros que me ayudarán. 

– ¿Qué pasa si no es tratado como es debido? – me pregunta Kekata preocupado, ya que si todos se negaban por miedo a que yo cause daño, el que tendría las consecuencias sería Namonta.  

La mirada de la mujer pálida se endurece y miró con firmeza a nuestro jefe, luego dijo – Hay que cortar su pierna, ya que el material del que está hecho la bala produce reacciones negativas en el cuerpo. –

– Por favor, jefe Powhatan. ¡Salven a mi hijo! – 

– Matuem, busca el bolso de Ailati y que algunos hombres o mujeres le ayuden. – 

– Gracias por confiar en mí – 

– Eres nuestra única esperanza, Kocum ven conmigo – El jefe se da la vuelta y camina hacia la salida – Quiero que le mandes mensajes a todas las aldeas de la nación, le pediré a nuestros hermanos que peleen con nosotros. ¡Los hombres blancos son peligrosos, nadie debe acercarse a ellos!

Nakoma y Sona se quedaron dentro de la casa. Ailati apenas la vio les indico que buscarán telas, las más limpias ya que cualquier bacteria empeoraría el estado de Namonta. Y le trajeran agua caliente. La madre esperaba indicaciones, a lo que se le ordeno que se quedará junto a su hijo y en el momento que ella le indicara haga que su hijo mordiera el pedazo de cuero que le había encontrado.
Reviso la casa con la mirada y encontró un cuchillo de hueso, se acercó a el para revisar si servía. Y tenía el filo que necesitaba.
Matuem había regresado, Ailati tomo su bolso y encontró la mezcla de hierbas para que el dolor no se sintiera demasiado.

– ¿Que es ese líquido? – Ailati se dió cuenta de la mirada extraña del indio.

–Con esto tu amigo sentirá solo un leve dolor y no tendrá que estar sufriendo. –

Nakoma y Sona habían vuelto con las cosas que les pidió, algunos integrantes de la tribu observaban desde la puerta. Ailati estaba acostumbrada a que sus alumnos observará todas sus cirugías u otra atención, pero había una gran diferencia. Allá había extremada higiene y aquí no, el espacio no estaba aislado, no estaba limitada en elementos para atender a sus pacientes y aquí tenía los básicos.
El jefe Powhatan se abrió paso entre su gente y Kocoum estaba a su lado. Ailati no tolerando la situación y preocupada dijo:

– Quiero que todos se retiren en este momento! Solo se puede el Jefe y su guerrero, los demás... ¡fuera! –

Uno entre tantos protesto – ¡Tu podrías matarlo!  – Ailati se giró sobre sus talones, su mirada estaba sería y con un enojo remarcado.

– Este lugar no tiene las condiciones para tratarlo y no quiero exponer su salud, solo porque ustedes quieren ver si lo mató o no. – aquella respuesta estaba cargada de ironía y enojo, ella era consciente que todos estaban preocupados. Pero no era un circo, ni tampoco un show para divertirlos.

La operación duró dos horas, la bala no había estado tan lejos. La fiebre de Namonta bajo y su respiración estaba calmada. La madre del muchacho dirigía una mirada de agradecimiento hacia Ailati, si su hijo llegaba a perder una pierna no podría tener la vida que él quisiera y ella salvó el destino de su hijo, evitando que este lleno de sufrimiento.
El jefe Powhatan estaba impresionado por la habilidad de salvar vidas de la muchacha, tenía un conocimiento que ningunos de su gente desarrollo. Y si fiel amigo, Kekata, agradecía a los espíritus por mandarles este nueva forma de salvar vidas.

– Señora, su hijo deberá descansar. Luego de un tiempo debo retirar los puntos, le quedará una herida. –

–Muchas gracias Ailati, estoy segura que mi hijo estará muy agradecido. –

– Gracias a usted por confiar en mí. –

– Jefe Powhatan... – Ailati camina en su dirección, una vez cerca se para frente a él  – me gustaría disculparme con su gente, les levanté el tono de voz sin permiso alguno. Disculpe mi rudeza. –

–No te preocupes, hablaré yo con ellos esta noche –

–Muchas Gracias –

– Gracias a ti, Kocoum... acompaña Ailati para que pueda comer algo. Debes estar cansada. –

– Entendido señor, ahora mismo la llevo a mi casa.– Kocoum la observa unos instante – Vamos... –

–¡Si! –


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