Ya sané

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Después de todo sané.
Por primera vez confíe en mí, me desvíe del camino que juntos decidimos transitar, corté todo tipo de lazos que nos mantenía aún unidos, guardé todo aquello que me hiciera recordarte en el fondo del cajón, y a pesar de que mis recuerdos no dejaban de torturarme, por fin pude continuar.
Muchas cosas pasaron con cada paso que me atreví a tomar por mí. No pude ocultar mi dolor, estuve meses sacándolo al exterior a través de mis lágrimas. Y a pesar de que hoy las sigo expulsando, ya no son iguales. Aquellas tenían el poder de dañar mí piel, la quemaban al deslizarse por mí cara, en cambio, las de ahora sólo me generan cosquillas. Y recién ahora puedo comprender o más bien diferenciar que al fin mí alma sanó y que ya no llora más por amor.
Antes el miedo me invadía, tus recuerdos dolían y tu ausencia me hacía sentir más pesada, como si poco a poco alguien me pisoteara más y más. Ya no sabía cuánto más podría hundirme, porque juro haber sentido que ya me encontraba tocando fondo, de cara y en completa desnudez ante la oscuridad y el frío de un gran hoyo. Me hallaba vacía y en completa soledad, no lograba ni imaginar cómo haría esta vez para salir de donde me encontraba.
Pero con el tiempo dejé de pensar, me límite a sentir y sacar todo ese dolor que me estaba invadiendo por completo, aquel que me impedía ser yo. Ni yo sé cómo pasó, pero pasó, llegó aquel día en donde ya no había ni un poco de dolor en mí interior, salí a flote y me encontraba envuelta de sentimientos nuevos y extraños para mí, y se sentía realmente bien.
¿Sigo llorando? Obvio que continúo haciéndolo, pero de orgullo, por haber salido de las profundidades, de felicidad, porque por fin me siento yo otra vez, quizás no exactamente igual a la de antes, pero al fin y al cabo volví a ser yo. Lloro de risa, porque ni yo misma puedo creer en dónde había estado y en dónde me encuentro ahora, y eso me causa gracia y asombro a la vez. Pero al fin comprendo, que yo ya sané.

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