Cien veces mejor

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—Sí, al final era mentira, fue judicializada por eso. No era demasiado grave, quizás una multa y que repare lo dañado.

Un rubio bien vestido y con ropa de marca sale de una cafetería mientras habla por teléfono.

Su cara, aunque guapa, tenía una barba vaga por descuido de quizás una semana.

—No dormí bien por pensar demasiado, quisiera tener a alguien que me cocine.

Tropieza levemente y mira hacia atrás.

El piso estaba ligeramente levantado.

Su mirada se conecta con la del trabajador que lo veía salir.

El hombre de uniforme se asustó e hizo una reverencia, pero quien hablaba por teléfono solo ríe y sigue caminando.

—No me hables de ella, hace un año acabamos. Era mi cuarta novia ¿sabes? Aún tenía expectativas. Dos años tirados al retrete por una estupidez, qué iba a saber yo que ella quería comprar esa maldita maleta. Y que razón tan estúpida para irse con otro con más dinero.

Abre la puerta de su auto que estaba bien estacionado y entra en él, enciende el auto y el teléfono se conecta con el sistema del automóvil, pasando la llamada a la pantalla que tenía al lado del volante.

—Pero gracias a eso eres el detective en jefe ¿no?

—Maldita sea, Genya, sí. Pero quiero tener pareja ¿sabes? Tú ya vas por el segundo hijo y yo más solo que el viejo hablón de la preparatoria.

—Shinjuro-sensei tenía esposa y dos hijos, uno de ellos de nuestra edad.

—¿Bromeas?

—No.

—Maldito.

El auto empieza a moverse.

—En fin, sí. Dile a tu hermano que cerré el caso, mañana quizás les lleguen órdenes.

—Gracias por la info.

—Que sepan que si se enteran de que hago esto me podrían multar ¿sabes?

—Igual te sobra el dinero.

—No seas tan hijo de puta.

Genya reía con muchas ganas.

—Bueno, nos hablamos luego. Tengo un hijo que atender.

—Ojalá te cague las manos.

—Si tengo un hijo le pondré tu nombre, no te preocupes.

—Cállate.

La llamada es colgada.

El rubio suspira y hace una gran mueca.

Zenitsu Agatsuma, 26 años. Detective en jefe de la policía de Tokio.

Si bien no era el mejor detective de la zona y tenía gente demasiado inteligente para él a su mando, todos reconocían su entrega al trabajo.

Porque no tenía pareja.

El tiempo libre que él poseía era muy envidiable para muchos de sus compañeros y subordinados, pero si se lo comentabas y tenías pareja, seguramente serías pateado a otro departamento o tu cabello estaría en peligro junto a tus oídos.

Se enojaba cuando le recordaban que no tenía pareja.

Esa era la clase de jefe que las mejores mentes de la policía tenían.

—Quiero comer algo casero...

Su frente se descarga contra el volante y suspira, luego mira al frente.

Cien veces mejor - ZeniNezuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora