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Mi vida se basaba básicamente en tres cosas.

Comida.
Dormir.
Dinero.

No me podía quejar, era un gran Imperio el que había construido a base de mi esfuerzo y horas, muchas horas de mi vida, muchas. Podía ver como mis hermanos mayores incluso a su edad y después de haberme considerado la burla de su querida familia se acercaban a mi en busca de algún trabajo. Era reconocido, podía tener lo que deseara, cualquier cosa, coches, cenas de lujo, viajes por el mundo.

¿Entonces por qué me siento el ser más miserable un 24 de diciembre?  ¡Vamos! Es noche buena , es una época donde bueno, al menos tus seres queridos hacen el intento de verse  felices y que se caen bien, bueno la mayoría como mi familia. Sin embargo esta vez decidí ni estar ahí, creo que no soportaría otra pelea como la última vez, terminé con un florero en la cabeza, ¿cómo llegó? Ni yo sé.

Mi vista fue a la gran ciudad, desde la comodidad de mi sillón con mi pierna cruzada sobre la otra mientras bebía tranquilamente uno de aquellos vinos importados y exclusivos, dejé salir un pequeño sonido sintiendo aquel líquido resbalar por mi garganta y caer despacio. Escucho el sonido un poco ya desesperante de mi reloj en la muñeca, cerrando mis ojos hice mi cabeza hacia atrás. Sintiendo como aquellas orejas que me caracterizadas por un León se bajaron a causa de aquel pequeño desgaste que tenía, me sentía cansado de alguna manera.

Mi Oficina no era una de mis favoritas habitaciones, sin embargo desde aquí era una muy bonita vista, a pesar de que estuviera nevando un poco las luces y los fuegos artificiales eran notorios, todos parecían divertirse. . . ¿Por qué yo,Un Alfa León, un magnate, soltero de 31 años estaba en su Oficina en plena noche buena si bien podría estar en un casino?

Muchos mañana tendrán su falta a causa de las festividades, yo ya había terminado el famoso papeleo , podía irme. ¿El vino me puede emborrachar? Miré este unos segundos y terminé la Copa de un trago levantándome, tomando mi abrigo y encendiendo un cigarrillo saliendo de mi Oficina una vez la había asegurado.

—¿Estará bien comprar un pavo al menos para el antojo? - murmuro para mi mismo, sintiendo mi cabello revolverse a causa del frío y solté el humo de mi boca. Mis orejas se elevaron a causa del frío ambiente y camino a mi automóvil.

Abri la puerta de este con tranquilidad, pero me quedé congelado al ver que están la puerta igual, tiro de esta sintiendo lo duro que se encontraba y abri más mis ojos, no, no, no, no.

¡No ahora! ¡No justo ahora! ¡Yo no manifesté esto!

Aguanto un grito al aire moviendo mi pierna pensando en que hacer, no había alguna forma en que pudiera abrir mi auto, una pala no podría funcionar y era testigo, ni siquiera había alguien cerca como para pedir alguna ayuda, gruñi sintiendo mis orejas alzarse sintiéndome malhumorado.

Me di media vuelta, sintiendo aquellos copos de nieve callendo de forma lenta sobre mi y los sacudo con brusquedad.  Sentía como comenzaba a congelarse mi culo.

Un taxi servirá perfectamente, casi recé a todo lo posible para que hubiese una taxi disponible, era noche buena así que suponía que si, pude ver a gente disfrutando entre ellas y riendo, el sonido de la música igual.

Un suspiro salió de mis labios sintiendo como un pequeño cuerpo choca conmigo haciéndome solo balancearme y bajé la mirada a aquello, encontrándome con el universo entero en unos ojos negros. Fue como si pudiera ver las estrellas ahí.

—¡Un gatito! - soltó que al parecer era un Omega, un aroma a . . .   Oh.

Espera, dijo acaso ¿Gato?

—No soy un gato, soy un  León - solté —grr. - el chico pareció no importarle y aun así volvió a chillar.

—¡Un gatito!

Diosa llevame por favor, ya no puedo ser tu mejor guerrero.





Diosa llevame por favor, ya no puedo ser tu mejor guerrero

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¡Gatito! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora