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Jin estaba en el porche trasero con la vista clavada en las barcas que se mecían en el agua. Una sucesión de olas furiosas rompía contra la orilla, anunciando el invierno. El anaranjado atardecer combatía la amenazante oscuridad y enmarcaba el arco de luces del puente.

Jin metió las manos en los bolsillos de la chaqueta de su traje de Armani y tomó una honda bocanada de aire fresco. La tranquilidad se apoderó de él mientras observaba sus queridas montañas y una vez más supo que ese era su lugar.

Diez años antes, toda la zona cercana al río estaba infestada de camellos y de adictos al crack. Las preciosas orillas se encontraban llenas de basura y los elegantes edificios de ladrillo estaban vacíos, mientras que sus ventanas rotas gritaban pidiendo auxilio. A la postre, los inversores reconocieron el potencial de la zona y comenzaron a invertir dinero en el proyecto soñado de renovación.

Jin y su tío estuvieron muy pendientes del desarrollo de dicho proyecto y esperaron su oportunidad. De alguna manera, ambos sospechaban que esta llegaría tarde o temprano y que Dreamscape podría conseguir beneficios en la zona. El primer valiente en abrir un bar consiguió atraer a un grupo nuevo de personas que querían tomarse una cerveza con unas alitas de pollo mientras contemplaban las gaviotas. A medida que la policía se iba desplegando por el lugar, se incrementaron los proyectos de limpieza por parte de varias organizaciones sin ánimo de lucro. Los últimos cinco años, el proyecto habían captado el interés de los inversores. Los restaurantes y el spa que Jin quería construir cambiarían para siempre el valle del río Hudson. Y sabía que él estaba destinado a construirlos.

Recordó el encuentro con Hyoshi Komo. Por fin había cerrado el trato. Solo un hombre se interponía entre su sueño y él.

Jeon Jungkook.

Soltó un taco mientras observaba el atardecer. Hyoshi había accedido a concederle el contrato solo si Jeon Jungkook le daba el visto bueno. Si no podía convencer a Jeon de que él era el hombre indicado para el trabajo, Hyoshi escogería a otro arquitecto y Dreamscape no tendría la menor oportunidad.

No podía permitir que eso sucediera.

Había viajado muchísimo por el mundo para imbuirse de inspiración arquitectónica. Había contemplado las cúpulas doradas de Florencia y las elegantes torres de París. Había contemplado islas exóticas impolutas, la majestuosidad de los Alpes suizos y las áridas rocas talladas del Gran Cañón.

A sus ojos, nada se equiparaba a esas montañas, nada se le acercaba ni en su cabeza ni en su corazón.

Esbozó una sonrisa desdeñosa al reconocer la emotividad de semejante pensamiento. La sonrisa no desapareció de sus labios.

Observó las vistas un buen rato, mientras repasaba mentalmente los problemas con su mujer, con el contrato y con Jeon, pero seguía sin ocurrírsele nada. Su móvil sonó, interrumpiendo sus pensamientos.

Aceptó la llamada sin mirar quién era.

—Diga.

—¿Jin?

Se mordió la lengua para no soltar una barbaridad.

—Hesook, ¿Qué quieres?

Ella hizo una pausa antes de contestar:

—Tengo que verte. Necesito discutir algo muy importante contigo y no puedo hacerlo por teléfono.

—Estoy en el río. ¿Por qué no vas mañana a mi despacho?

—¿Junto al embarcadero?

—Sí, pero...

—Voy para allá. Llegaré en diez minutos. Y colgó.

mpc | ksjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora