---Te veo y la sensación de tenerte, abrazarte. Solo quiero besarte, tenerte a mi lado y tocar cada parte de ti. Con tan solo pensarte, sé que eres tú.
Chico, te veo diario y no dejo de pensar en ti. Ver tu cabello negro y tu piel morena me hace feliz. Pero sé que no eres mío, por eso no me acerco a ti. Si supieras lo que siento por ti...
Necesito hablarte, tocarte, verte sonreír. Me hace sonreír. Eres tan embriagante. Quiero contemplarte sin contar el tiempo.
Mi bistec. Bueno, les cuento que he estado enamorada de Jack desde los 12 años.
Ahora tengo 16 y sigo aquí, porque siempre estás en mi mente.
La mayoría de mis amigos le dicen así porque me hacen burla de que sea moreno, y un día se me quemó un bistec un poco y me recordó a él. Les comenté y se echaron a reír. Desde ahí le dicen "el bistec". Claro, puedo seguir la historia. Aquí tienes una continuación:
---
Desde ese día, "el bistec" se volvió nuestro pequeño secreto y chiste interno. Cada vez que lo veía, no podía evitar sonreír y recordar el apodo que le habíamos dado. Mis amigos no entendían por qué, pero yo sí. Era nuestro vínculo invisible, algo que me hacía sentir más cerca de él, aunque él no lo supiera.
Un día, después de la escuela, decidí armarme de valor y hablarle. Me temblaban las manos y el corazón me latía a mil por hora. Lo vi sentado en el parque, solo, con su skate al lado. Respiré hondo y me acerqué.
—Hola, Jack —dije, tratando de sonar casual.
Él levantó la mirada y sonrió. Tenía una sonrisa tan cálida que hizo que todos mis nervios se desvanecieran de golpe.
—Hola —respondió—. ¿Te conozco?
Me reí nerviosamente y negué con la cabeza.
—No, pero te he visto por aquí. Soy [tu nombre].
Él asintió, como si mi nombre le resultara familiar. Hablamos un rato, sobre el skate, la escuela y otras cosas triviales. Cada minuto que pasaba, me sentía más cómoda y menos nerviosa.
Al final de la conversación, me atreví a decirle:
—Mis amigos y yo te llamamos "el bistec".
Jack levantó una ceja, sorprendido.
—¿El bistec? ¿Por qué?
Le conté la historia del bistec quemado y cómo me había recordado a él. Para mi sorpresa, se echó a reír.
—Eso es divertido. Nunca había tenido un apodo así.
Desde ese día, comenzamos a hablar más. Nos veíamos en el parque, en la tienda de la esquina, y poco a poco, nuestras conversaciones se hicieron más largas y profundas. Descubrí que Jack era mucho más de lo que aparentaba. Era inteligente, divertido y tenía una manera de ver el mundo que me fascinaba.
Un día, mientras patinábamos juntos, se cayó y empezó a reír. Yo me reí con él y, sin pensarlo, lo ayudé a levantarse. Cuando nuestras manos se tocaron, sentí una chispa. Nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos, y supe que ese era el momento.
—Jack, me gustas mucho —dije, sin poder contenerme más.
Él sonrió y, para mi sorpresa, me abrazó.
—Tú también me gustas, [li ]. Desde el primer día que te vi con esas pijamas de unicornios.
Nos reímos juntos, y supe que, finalmente, había encontrado a alguien con quien compartir mi tiempo y mis sentimientos. Jack no era perfecto, pero para mí, era todo lo que necesitaba.
Y así, nuestra historia comenzó. Con risas, caídas y muchas más aventuras por venir.