Su tacto le recordaba al que ya lo había tocado esa misma tarde, Damiano le enseñó a no tener vergüenza y no la estaba teniendo, no iba a ser una cena de fin de año incómoda por nada del mundo.—¿Que vais a pedirle al nuevo año? —cuestionó Jacopo mientras empezaba a comerse las uvas antes de tiempo, ganándose una mala mirada por parte de su madre, cargada de reproche.
—Felicidad, salud y amor.
—Papá, que aburrido eres —bufó tras escuchar su respuesta—. Yo quiero que Italia gane los mundiales.
—Ese no es un propósito.
—Claro que es un propósito —rebatió—. Si yo digo que es un propósito, es un propósito y punto.
—Un propósito es hacer ejercicio, dejar de fumar, hacer meditación, beber menos alcohol...
—Lo mío también es un propósito —insistió.
—Un propósito es la determinación firme de hacer algo, que Italia gane los mundiales es un deseo, no un propósito.
—Pero... Yo deseo que ganen, entonces como tengo interés en esa cosa en concreto es un propósito —sonrió orgulloso tras intentar convencerlo con dos frases mal enlazadas.
—No tiene ninguna lógica, deja de decir tonterías.
—¿Tonterías?
—Dejad de comportaros como niños —habló su madre, cortando la conversación que tenían sus dos hijos en plena cena de fin de año—. Si vais a hablar que sean cosas con sentido.
—Eso va por ti —pinchó Jacopo, quien alzó sus manos con inocencia cuando su madre lo señaló con el tenedor.
Intentaron no debatir demasiado para no enfadar a su madre, no querían terminar el año con su madre maldiciéndolos en italiano, porque estaban seguros de que en español no sabía hacerlo.
—Cenone di San Silvestro —le recordó Damiano en un susurro, pues en su país nochevieja era más conocida por ese nombre y Frigdiano no era capaz de acordarse del nombre, cada festividad tenía un nombre diferente y era difícil para él aprenderse cada uno de ellos.
—Spumante —alzó su copa, haciéndole saber que al menos se acordaba del nombre del vino. Si, tuvo que olvidarse del champán francés, allí se brindaba con vino espumoso obligatoriamente.
—¿Te has puesto un tanga rojo, muñeco? Ya sabes, es el más adapto por la pasión —relamió sus labios—. Me gustaría ver tu culito con un hilo rojo en medio, se te vería muy sexy.
—Pues ya me lo verás después... Ahora no es momento para ponerte a hablar de estas cosas.
—¿Por qué no? —sonrió burlón—. Ah, no vaya a ser que después te apriete el pantalón en la entrepierna, claro. Ya sabes que puedo echarte una mano con eso, literalmente.
—No, gracias, suficiente he tenido con nochebuena.
—Te estás volviendo un aburrido, muñeco —resopló cruzándose de brazos, llamando la atención de su hermano mayor con ese gesto.
—¿He oído aburrido? Ahora entiendo porque te cae tan bien tu yerno, papá, sois iguales —se burló, dándole más ánimo a la mesa, excepto a su padre que murmuró que ya entendía porque era su hijo menos favorito—. No puedes decir eso cuando solo tienes dos hijos, voy a sentirme ofendido.
Se pasaron la cena con comentarios similares, disfrutando de los exquisitos platos que habían preparado y de la agradable compañía. No olvidarían esa noche con facilidad.
—Felice anno nuovo, bambolotto —susurró en cuanto escuchó los primeros fuegos artificiales, pero Frigdiano no pudo responder porque todavía tenía en la boca unas cuantas uvas—. Mastica con cuidado y traga... Si te atragantas que no sea por las uvas.
—¡Oh, por Dios! ¿Habéis escuchado eso? No quiero volver a pasar fin de año con mi hermano, juro que...
—¿Por qué no te callas?
—¿Habéis escuchado también eso? En fin, no sé cómo puede ser el hijo favorito.
La falsa indignación de Jacopo lo llevó a levantarse de la mesa para salir a ver solo los fuegos artificiales, lo siguieron poco después sus padres y, de últimos, Damiano y Frigdiano, quien había logrado tragarse las uvas y no atragantarse con ellas.
—Ahora si, feliz año nuevo, Damiano —besó sus labios, dejándole probar el dulce sabor de las uvas que todavía tenía en la boca.
—Dijiste que tenía que enseñarte los colores, ¿no? —tironeó de su labio y señaló con la mirada los fuegos artificiales de color azul en el cielo—. Azul, empieza con "a"... Como "atarte", "azotarte", "amordazarte" —sonrió com diversión, dejando el cuerpo de su muñeco delante del suyo—. Rojo, empieza por "r"... Como "rozarte", "rasparte" o "romperte". Blanco empieza por "b", como...
—Baciami —interrumpió mirándolo sobre su hombro con esa sonrisa de "¿viste?".
—Como baciarti, que es besarte —susurró devolviéndole la sonrisa.
—Sígueme diciendo, este juego está siendo excitante....
—¿Por qué, muñeco? —pasó sus brazos por su cintura y apoyó su mentón sobre su hombro—. Porque sabes que todos esos verbos van a tener un sentido esta noche, ¿no?
—Uhum...
Damiano besó su cuello y volvió la vista al cielo para seguir observando los colores y así decirle cada uno de ellos.
—Gris, con "g"... "Golpear", "gemir", "gruñir" y "gozar" —sonrió con diversión al sentir el cuerpo del pelinegro estremecer bajo el suyo—. Verde... ¿Qué verbos útiles empiezan por "v"? —fingió pensar—. ¡Oh! Vibrar y varear, que se prepare tu culo.
—¿Vas a varearme?
—Si, cuando lleguemos a España, hoy no haré tal cosa en la casa de mis padres —admitió atrapando el lóbulo de su oreja con sus dientes—. No es por nada, pero creo que mi hermano nos está haciendo más fotos a nosotros que a los fuegos artificiales...
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Baciami
Roman d'amourDamiano daba las órdenes en italiano. Frigdiano solo entendía el español.