Harry y Sheila se despertaron temprano aquella mañana. Aunque sabían que ya era de día, mantenían los ojos muy cerrados.
«Ha sido un sueño —se dijo con firmeza—. Sheila, Soñé que un gigante llamado Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los ojos estarémos en casa, en nuestra alacena.»
Se produjo un súbito golpeteo.
«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...
Toc. Toc. Toc.
—Está bien —rezongó Harry—. Ya nos levantamos.Se incorporaron y a Harry se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico.
Harry y Sheila se pusieron de pie, tan felices como si un gran globo se expandiera en su interior. Fueron directamente a la ventana y la abrieron. La lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.
—No hagas eso.
Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.—¡Hagrid! —dijo Sheila en voz alta—. Aquí hay una lechuza... —Págala —gruñó Hagrid desde el sofá.
—¿Qué?
—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.
El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té... Finalmente Sheila sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.
—Dale cinco knuts —dijo soñoliento Hagrid. —¿Knuts?
—Esas pequeñas de bronce.
Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.
Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.
—Es mejor que nos demos prisa. Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio.
Harry y Sheila estaban dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas. Acababan de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su interior acababa de pincharse.
—Mm... ¿Hagrid?
—¿Sí? —dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.
—Nosotros no tenemos dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para que vayamos a aprender magia.
—No se preocupen por eso —dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza—. ¿No creerán que sus padres no les dejaron nada?
—Pero si su casa fue destruida...- mencionó Sheila.
—¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchachos! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Coman una salchicha, frías no están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.
—¿Los magos tienen bancos?- pregunto harry
—Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los duendes.Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.
—¿Duendes?
—Ajá... Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo decírtelo. Nunca se metan con los duendes, Harry. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. —Hagrid se irguió con orgullo—. En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarlos a ustedes... sacar cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienen todo? Pues vamos.
Los hermanos siguieron a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Harry, mirando alrededor, buscando otro bote.
—Volando —dijo Hagrid. —¿Volando?
—Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que ya los encontré.
Subieron al bote. Harry y Sheila todavía miraban a Hagrid, tratando de imaginárselo volando.
—Sin embargo, me parece una lástima tener que remar —dijo Hagrid, dirigiendo a Los hermanos una mirada de soslayo—. Si yo... apresuro las cosas un poquito, ¿les importaría no mencionarlo en Hogwarts?
—Por supuesto que no —respondieron al mismo tiempo , deseosos de ver más magia. Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.
—¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? — preguntó Sheila.
—Hechizos... encantamientos —dijo Hagrid, desdoblando su periódico mientras hablaba—... Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad. Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido robar algo.
Harry y Sheila permanecieron sentados pensando en aquello, mientras Hagrid leía su periódico, El Profeta. Los hermanos habían aprendido de su tío Vernon que a las personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso, pero era muy difícil, porque nunca habían tenido tantas preguntas que hacer en su vida.
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Harry y Sheila Potter (Draco Malfoy y tu)
Fantasi-Draco Malfoy?, -mencionó Sheila- -Si ese egocentrico, será mejor que no te acerques a él Primer libro de harry y Sheila Potter (Draco Malfoy y tu), la historia original le pertenece a J.K. Rowling,