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Kate exhaló con pesar, cerrando los ojos y cubriéndose la cara con la sábana que cubría su cuerpo del frío de invierno. Ya estaba entrada la madrugada, Kate había tenido el día más largo de su vida y llevaba por lo menos unas tres noches sin descansar apropiadamente. Varios de sus asuntos pendientes ──al menos los más importantes── estaban resueltos, y aún así, le estaba resultando todo un desafío conciliar el sueño.

Había decidido alejarse de su madre, Eleanor Bishop, después de todo lo que había averiguado sobre ella. Maya desistió de asesinar a Ronin y en su lugar, fue detrás del verdadero responsable por la muerte de su padre, Wilson Fisk, y éste le perdió el rastro tanto a ella como a Clint. Incluso, ahora que Yelena Belova sabía la verdad sobre Clint, había una tregua entre ambos.

Tanto había cambiado su vida en muy poco tiempo que Kate no tenía idea de que hacer o como seguir con su vida ahora que había decidido valerse por sí misma. No sería fácil, pero se sentía confiada y sobre todo, emocionada de todo lo que le esperaba.

Así que, tan solo debía cerrar los ojos una vez más, callar sus pensamientos y dejarse arrullar por el cómodo colchón sobre el que estaba recostada, o el sonido de la vegetación que rodeaba la casa, o quizá la respiración de Lucky, el perro pizza, que yacía dormido en la alfombra sobre el piso a un lado de su cama. Sería sencillo si tan solo todos y cada uno de los pensamientos que rondaban sobre diversas situaciones en su mente no se detuvieran en el mismo lugar, en un momento específico que había vivido esa misma mañana.

──Entonces... ¿Está todo bien entre Clint y tú ahora?

Yelena rió bajo ante la pregunta y el semblante dudoso de Kate. Se sacudió la tierra de los guantes y se quitó un par de mechones rubios de la cara que se habían soltado de su peinado de trenzas antes de responderle.

──Tengo cosas mucho mejores para hacer que perseguir a ese anciano── Yelena sonrió divertida antes de mirar hacía el cielo, casi con melancolía ──Además, no es lo que Natasha hubiese querido.

Kate vió a Yelena despedirse a la distancia de Clint con un gesto de su mano que él respondió con un asentimiento de cabeza. Después la observó subir a su motocicleta mientras se acomodaba una mochila de cuero en la espalda.

──¿A dónde irás ahora?── Kate se acercó a Yelena, rascándose el cuello con una mano y con la otra apretando con fuerza su arco de madera de manera inconciente.

──No lo sé── le dejó saber Yelena junto con una mirada qué decía "Incluso si lo supiera, no te lo diría".

──¿Nos veremos luego?── Kate en serio quería dejar de hacer tantas preguntas, pero no podía detenerse una vez que abría la boca ──Tienes mi número así que... si necesitas algo, puedes llamarme.

Yelena asintió con una sonrisa sagaz que contagió a Kate con la misma energía. Antes de encender el motor e irse para desaparecer en cuestión de segundos, Yelena miró a Kate a los ojos:

──Te veo luego, Kate Bishop.

Kate iba a responder algo astuto o quizás divertido, de no ser por ese guiño que Yelena le dedicó y que la distrajo de tal manera que solo reaccionó cuando Clint se acercó para invitarla a pasar navidad con él y su familia. Yelena se había ido cuando se percató de su alrededor y no le quedó de otra más que aceptar la propuesta de Clint, pues no quería estar sola, y le gustaba pasar tiempo con su mentor.

Kate suspiró aún con los ojos cerrados, frustrada, pues no importaba lo mucho que se esforzara, terminaba reviviendo ese momento en sus pensamientos como si estuviese atrapada ahí por la eternidad. De hecho, no había podido parar de pensar en eso; en lo agradable que Yelena había resultado ser, o la forma en la que sonreía y como su sonrisa no solo iluminaba su rostro, si no que le hacía sonreír con y para ella, o en lo fantástico que se escuchaba su marcado acento ruso y como sentía que podía escucharla hablar por horas. Incluso pensaba en lo solitaria y triste que Yelena debía sentirse, pues se encontraba tan lejos de casa y su hermana no estaría ahí para ella.

Volvió a pensar sobre eso, tratando de encontrar una respuesta. Se dijo a sí misma que todo estaría bien, que era completamente natural sentir empatía por Yelena debido a su situación y a la cercanía que habían tenido en la última semana. Pero había algo que no la dejaba mantenerse ahí por mucho; un escalofrío que le recorre todo el cuerpo y se detiene en su estómago para provocarle mareos inexplicables.

Recordó entonces que había sentido algo como eso años atrás, en la preparatoria. Tal vez era algo más que solo un exceso de empatía, pues se sentía como si un montonado de insectos voladores se agolparan contra las paredes de su estómago sin parar. Y lo peor era que no se sentía mal, sin duda se sentía raro, pero era extrañamente satisfactorio.

Esa noche, con los ojos hinchados y fijos en la pintura descarapelada del techo de la casa de los Barton, Kate llegó a una conclusión que la alivió y que a la vez, encendió un nuevo fuego en su interior y una oleada de nuevos pensamientos en su ruidosa cabeza: le gustaba Yelena, le gustaba mucho como no le había gustado nadie jamás.

No sabía que hacer con todos esos sentimientos nuevos, pues moría de sueño y Yelena estaba a kilómetros de distancia. Lo más probable era que jamás volvería a verla, y aunque estuviese a la vuelta de la esquina, las posibilidades de que algo más que camaradería o simple amistad pasara entre ellas eran de una en un millón.

O al menos eso era lo que Kate creía.

O al menos eso era lo que Kate creía

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Scary love [Katelena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora