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Capítulo 3: El Espíritu de La Navidad Presente

Corbin respiró agitado, moviendo sus pupilas de lado a lado para corroborar que en verdad estaba en aquel ático. Por un momento, creyó que en verdad moriría, pero al parecer, había sido todo un sueño... O al menos eso quería creer.

Corbin: A-Ah... -Descargaba la adrenalina entre suspiros- ¡Bahahah, tonterías! –Exclamó al volver a enfadarse, ¿qué clase de sueño había sido ese? ¿Y por qué se había asustado tanto? Sin dudas ese miedo que llegaba a sentir le hacía creer que era débil, y evidentemente, no le gustaba sentirse así-.

Quizás todo había sido producto de su imaginación y de su subconsciente. Para poder despabilarse un poco, decidió caminar desde el ático hacia los baños de empleados, pues aunque el de su oficina estuviera más cerca, este mismo había sido cerrado y no se abriría hasta el día siguiente.
Bajó por el elevador que lo conectaba con el primer piso, y refunfuñando, se dirigió hasta el baño de caballeros. Una vez dentro, se acercó al espejo donde se encontraban los fregaderos, y comenzó a mojarse la cara un par de veces.

A pesar de todo, aquel sentimiento profundo no se iba, aquel sentimiento de pavor y confusión, permanecía congelado en lo más profundo de sus entrañas, como un virus decidido a acabar con su vida. Mientras Corbin se miraba al espejo con un tremendo temor, pensaba en lo que había sucedido. Recordando cada uno de los lugares que había visitado en aquel "sueño", y sin olvidar los momentos que había pasado en aquellos nostálgicos lugares que, aunque pasaban los años, nunca dejaban de sentirse cálidos y serenos incluso en las más fuertes ventiscas de invierno.

Corbin: ... ¿Qué tratabas de decirme? –Se preguntaba viéndose al espejo, su reflejo vacío que lo miraba con el mismo temor que él llegaba a sentir- ¿Qué es lo que querías comunicarme, papá?

Peltoh se congeló un par de segundos frente al espejo, quizás algún tipo de respuesta sería dada en el momento, pero nada ocurrió, nadie vino, nadie le habló, estaba solo de verdad, y esa soledad que pisoteaba el hotel enfriaba más que el leve viento frígido que chocaba con su mojado rostro.

Una vez se descongeló, el señor P salió de la habitación, y caminó por los oscuros pasillos que solo la fría y silenciosa nieve podía abrazar.

Sin embargo, algo llamó la atención del pingüino... Un extraño gruñido en la lejanía, que mientras más caminaba, más cercano se oía. Con el paso de los segundos, los gruñidos se convertían en risas, risas alocadas y graves, de alguien desconocido que, probablemente, Peltoh nunca había escuchado.

Corbin: ¿Q-Qué es eso...? –Se preguntó-.

Como si el mundo le diera lo que pide, una creciente luz fantasmal se llevó la oscuridad del pasillo en el que el pingüino se encontraba. Dicha luminosidad salía por debajo de una enorme puerta al lado del señor P, misma puerta que conectaba con el gran comedor del hotel.

Una grave pero amigable voz sonó y resonó entre la escarcha de aquellos túneles elegantes cuyo suelo solo Peltoh pisaba, aquella voz no habló demasiado, solo entre risas exclamó "¡Adelante, Peltoh! ¡Ven a conocerme!". Peltoh, curioso, obedeció, y sosteniendo fuertemente el picaporte de la puerta, entró a la gran sala.

Seguía siendo el mismo lujoso y elegante comedor del hotel, de eso no cabía duda, pero había sufrido un pequeño... "Cambio de look". Todo estaba decorado de forma navideña, y las luces del lugar eran aún más brillantes que antes, echarle un vistazo al salón era un hermoso regalo para los ojos.
También logró darse cuenta de que, a su alrededor, un montón de comidas, banquetes, y distintos alimentos, se juntaban uno encima del otro en forma de trono. Imagina cualquier comida que te guste, y, probablemente, ¡esa misma estaría en aquella sala!

¡Entra, vamos! ¡No seas tímido! –Aun así, Corbin no podía evitar caminar tímidamente. Cabizbajo, se adentró en la habitación, y al ver con más atención al contrario, se dio cuenta de que se trataba de una especie de gigante, o monstruo enorme-.